Desde tiempos inmemoriales hay desasosiego, crisis, guerras... Y la humanidad no toma costumbre de afrontar y resolver, para pasar a otros niveles donde la coexistencia en la diversidad sea más factible, de nombre "paz". Seguimos intentando aprender y desaprender, originando nuevas crisis y otras guerras, o continuidad de las mismas, en otros niveles. Cierto es que la época actual tiene ingredientes nuevos: los elementos bélicos más avanzados, las comunicaciones en sincronía y los medios de comunicación a expensas de los grandes poderes económicos y políticos, asimismo grandes desarrollos científicos aplicados a la medicina y en múltiples campos.
En el siglo XX personalidades de resaltar en el librepensamiento como Albert Einstein, Bertrand Russell, Edgar Morin, entre otros. De manera especial refiero al físico David Bohm (1917-1992), de contribuciones sustantivas en la física cuántica, también en desarrollos de la teoría de la relatividad; formuló la teoría del plasma conocida como "fenómeno de difusión de Bohm"; coautor de modelo para interpretar el comportamiento del cerebro a la manera de un holograma, con formulaciones matemáticas de la física cuántica. Sin abandonar las aplicaciones científicas tuvo la preocupación por encontrar maneras para cortarle camino a las guerras, a tantas confrontaciones y contiendas inútiles, y con dedicación formuló método para generar y multiplicar los diálogos, replanteando formas de pensar, en comprensión de los procesos de fragmentación que se dan en el mundo, incluso en las propias profesiones y disciplinas.
Considera Bohm que un reloj en funcionamiento dispone en armonía de todas sus piezas, que se relacionan entre ellas, pero si a ese reloj lo desbaratamos habrá de tenerse la idea de fragmentación que conlleva el aislamiento de las partes, sin inter-relación alguna. De manera similar el pensamiento humano separa las cosas que de suyo no están separadas, lo cual conduce a percibir el mundo de manera fragmentada. Utiliza también el ejemplo del río contaminado en sus fuentes, pero es usual que se atienda el problema aguas abajo, para significar que los problemas hay que afrontarlos y resolverlos a partir de las causas. Asimismo acude al caso corriente de la comunicación donde unos no escuchan a los otros, con resultado estéril.
Observando entonces el acontecer del mundo, Bohm llega a plantearse la necesidad de acudir al diálogo como posibilidad de re-encaminar los procesos para alcanzar, en gradualidad, la solución sensata a los conflictos, por la vía de encontrar en común salidas favorables para todos, y de esa manera resolver las guerras y prevenirlas. Y en el fondo de los diálogos está la consideración del pensamiento, en su formación y en las posibilidades de cambio. Privilegia el diálogo no solo para identificar ideas comunes como diferencias y encontrar iniciativas de adelantar en común. Hay una premisa deseable para que los diálogos fructifiquen, y es que cada uno de los integrantes se comprometa a intervenir con la verdad y en coherencia. Lo que implicaría construir un ambiente de confianza, donde cada uno se atreva a decir lo suyo, sin temores ni prevenciones, lo cual será posible en la dinámica del diálogo.
Comunicar, en rigor etimológico, será hacer en común, pero en las condiciones reales es una ilusión. Y no es siempre probable que de entrada haya identidad o concordancia en las informaciones o en las opiniones que van y vienen, en mayor grado la dificultad en el trabajo de un grupo de personas. Habrá diferencias insolubles en temas de creencias, por religión, o ideología, o por intereses, aún así podrá llegarse a acuerdos de respetar las diferencias propias de fueros personales, con pasos adelante en términos del bien común, dejando a un lado la ambición de beneficios individuales. Cuestión también difícil en un mundo que le ha dado primacía a la "competitividad" con la impronta del dinero. Lo más importante es conseguir entre los participantes una "corriente de significado", camino de la comprensión, y alcanzar el "sentimiento de comunidad de grupo".
Bohm tuvo la experiencia de trabajar los diálogos sin superar las cuarenta personas, organizadas en mesa redonda, o en la formación de dos círculos concéntricos, con un moderador al principio de la sesión, sin temas preestablecidos. Al comienzo hay confusión pero de manera espontánea van saliendo asuntos de considerar, y la dinámica surge a tal grado que el moderador pasa a un segundo plano, con la auto-regulación del mismo grupo. Pueden hacerse varias sesiones hasta que se copa el interés, pero se alcanza la transformación de las personas al quedarles el estimado del pensamiento en común. Bohm realizó esta experiencia en diversos países, en especial en la India al entrar en relación con el filósofo Jiddu Krishnamurti, con quien escribió varios trabajos.
"El ejercicio de la inteligencia consiste precisamente en no defender ningún tipo de creencia", enseñó David Bohm.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015