Alvaro Segura

A muy poco de convertirse en ley de la república está el proyecto que permite el cultivo, comercio y consumo de marihuana con fines medicinales. Tuvo que pasar mucho tiempo, años, para que finalmente nuestros padres de la ley avalaran, casi que unánimemente, que la sugestiva planta natural, también conocida como cannabis, posee probadas facultades científicas para ayudar a aliviar complejas dolencias y enfermedades.
Es un hecho que hay que celebrar pues representará, sin duda, la posibilidad de acabar con costosos tratamientos para diferentes patologías que a punta de la maracachafa bien usada le devolverán tranquilidad y esperanza a personas y familias que hoy no encuentran la manera económica ni médica cómo reducir dolores insoportables ni atacar problemas corporales que degeneran su salud y acaban con la vida (http://www.las2orillas.co/ranking-las-10-enfermedades-se-curan-con-la-marihuana/).
Pero una cosa es la marihuana medicinal, tratada y manejada por médicos y expertos científicos, y otra es la marihuana casi cruda, en porros o en cachos como se le llama al cigarro que venden ilegalmente pero que se fuman ante los ojos de todos.
Se va a permitir el cultivo de marihuana en un número determinado de plantas para que sea usada en la actividad científica solicitada y previamente autorizada. Pero, ¿acaso podrán controlar las autoridades que no todos cultiven sus 10 o 12 arbustos? ¿Si la cultivan tres o cuatro, no lo querrán hacer 500 o 5 mil en este país en el que la ilegalidad se multiplica por 100?
No conozco ni he comprobado los efectos ni positivos ni negativos de la marihuana. Es más, para mí es perjudicial hasta su olor, y por eso lamento ver tantos adolescentes, jóvenes y adultos, algunos ya casi en la tercera edad, metiendo marimba por ahí medio escondidos unos, o a la luz pública otros, como si se tratara de tomar agua pura. Y es que se apoderaron de espacios públicos, especialmente los parques y esquinas para, en una reunión de “amigos”, armar el cacho que en ocasiones es de 5 o 10 centímetros, cuando no es más, y divertirse dialogando “sanamente”.
Da tristeza ver lo que pasa en alrededores de las universidades (incluso dicen que dentro de ellas) pues las drogas ilegales circulan abiertamente, solo con alguna desconfianza de uno u otro joven (hombres y mujeres) que mira a su alrededor como para no ser cazado. Sin embargo hay áreas establecidas y formalizadas por ellos como sus zonas de encuentro donde difícilmente alguien que no esté en la onda del consumo se puede meter. El ejemplo más evidente es el Parque de La Gotera, espacio común externo de las universidades de Caldas y Nacional sede Manizales donde se reúnen barras de universitarios y no estudiantes a meter vicio. ¿Eso quién lo controla? Se han hecho tres o cuatro operativos, pero nada más. A los días el vicio vuelve a posicionarse.
Y ni hablar de los parques públicos a los que van niños, adolescentes, jóvenes y adultos a divertirse, por lo menos a los pocos que están en buen estado. Estos permanecen tomados por los marihuaneros y la policía hace una o dos rondas, pero no puede quedarse allí todo el día. ¿Qué ejemplo se les está a dando a las nuevas generaciones? Como el domingo pasado en el Parque Ernesto Gutiérrez al que llegaron centenares de consumidores con droga por cantidades y desplazaron a niños, jóvenes y personas de la tercera edad con semejante olor de vicio, todo por cuenta de un encuentro cannábico por medio del cual piden que se legalice la marihuana solo porque para ellos es buena.
Dura realidad la que enfrentamos en materia de drogas ilícitas pues además abundan las sintéticas en alrededores de bares y discotecas, y otras sustancias de mayor poder adictivo, a las que se suman el cigarrillo y el licor que son permitidos y por cuya condición los menores de edad pueden acceder más fácil. Hay mucho por discutir, mientras tanto que no sea que apelando al libre desarrollo de la personalidad encontremos a los consumidores de marihuana en los parques frotándose la yerba en las articulaciones o en la cabeza porque buscan curar sus dolencias. ¿Qué van a hacer las autoridades ante tamaño desafío?
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