Alvaro Segura

Sorprende, para beneficio de unos y para dificultades de otros, el auge que ha tomado la bicicleta en Manizales en los últimos años. Y no pongo el tiempo en términos precisos para no herir susceptibilidades en cuanto a qué gobernante o cuál administración se lleva más aplausos por haber acertado en promover las ventajas del uso de la bici en esta hermosa ciudad de pendientes, abismos y paredes pavimentadas. Cada quien tendrá su reconocimiento según el criterio de la ciudadanía.
Lo que sí se necesita con urgencia, por lo menos en esta agreste topografía y calles de reducido espacio, es un manual de convivencia con reglas claras para los ciclistas, los conductores de vehículos (sean carros, buses, busetas, colectivos, camiones y motos) y para el ciudadano de a pie. Y lo digo porque no pueden seguir más muertes de espontáneas personas en bicicleta o que peatones resulten lesionados grave o mortalmente en la calle por la imprudencia y el no acatamiento de las normas de tránsito que hoy rigen para quien use este vehículo.
Maravilloso que se haga una apuesta para que esta sea la ciudad de la bici; espectacular que aquí definan unas supuestas ciclorrutas (que en realidad no lo son); creativo haber establecido estaciones donde se prestan las bicicletas mediante un sistema de identificación dactilar; magnífico que se le exija al ciclista que lleve un casco; todo eso es de aplaudir, pero, ¿por qué no integrar a esta exigente realidad a los demás propietarios de bicicletas?
A mi juicio a esta política de la bici que resultó toda una novedad por plantearse para una ciudad que tiene mal contado el 70% de sus calles en pendiente le faltó de arranque un censo de cuántas personas tienen bicicleta y cuántas la usan comúnmente. Aquí solo se buscó impactar de forma inicial un corredor de amplia y relativa fácil movilidad entre el centro, El Cable en la zona oriental, y el sector universitario. Pero se les olvidó que hay otra población que en un porcentaje de entre el 5% o el 12% (estoy especulando porque no hay cifras) se mueve en bicicleta por factores laborales, deportivos o simple recreación o goma.
Pues resulta que el mundo de la bici en la ciudad es otro. Es más grande de lo pensado. Aquí hay ciclistas (entendido como el que va montado en una bicicleta) desde Morrogacho y La Francia pasando por El Arenillo, Estambul, El Bosque, Chipre, Villa Pilar, La Linda, lo que queda de la Comuna San José, Campoamor, la Ruta 30, El Campín, hasta los barrios La Sultana, Minitas, Alta Suiza, Milán, Fátima, La Enea, Maltería y conjuntos residenciales a lo largo y ancho de la ciudad. Teniendo en cuenta esta perspectiva es que se necesita con urgencia un censo que permita acercar a la realidad el número de bicicletas que hay en esta capital y para qué las usan sus propietarios.
Si eso no se hace en cada comuna será imposible definir las acciones necesarias para crear una cultura de la bici, pues nos quedaremos solamente con la señalización en la carrera 23 y en la Avenida Santander (lo que hay pintado en el piso y los avisos verticales), y las estaciones, y no más. Entonces será imposible saber cuántas personas se requieren (con policías incluso pues hay ciclistas agresivos cuando se les llama la atención) para ayudar a controlar que respeten los semáforos; que circulen por la derecha y no por la izquierda o el centro; que no zigzagueen; que no circulen por los andenes o en contravía; que siempre lleven puesto el casco, y que en las noches las bicicletas y quienes las conducen tengan luces propias y reflectivas para poder ser vistos en la oscuridad.
Como todo, se necesitan recursos para estas acciones, hay que gestionarlos, más si se trata de una política pública que toma fuerza, de lo contrario las apuestas hechas no tendrán resultados positivos. La oficina de la bici o lo que se vaya a hacer para reemplazarla tiene que mostrar acciones ya. Hay que aprovechar los colectivos y clubes de ciclistas pues ellos se encargan de replicar las decisiones que apunten a mejorar su desempeño y el desarrollo ambiental, deportivo y de movilidad de la ciudad. A eso hay que apostarle porque además ayudará a salvar vidas. ¡Es urgente!
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