Orlando Cadavid


La vieja casona de las nostalgias de propiedad de los finados poetas Juan Bautista Jaramillo y Blanca Isaza, situada en la carrera 23 con la calle 45, acaba de ser vendida al señor John Naranjo, un caballero caldense radicado en Bogotá que en principio proyecta remodelarla para establecer un almacén de antigüedades. Por lo pronto, no habrá demolición para construir una torre de apartamentos o de oficinas en el entorno de Cristo Rey, al oriente de Manizales.
Como en la añeja canción de Las Acacias, que popularizó el Dueto de Antaño, “ya no vive nadie en ella”, tras haber acogido durante 78 años a la querida familia que la habitó entre 1939 y el 2015 y que sostuvo allí un rico fontanar de la cultura en todas sus manifestaciones. Era un solo piso bastante espacioso, con muchas habitaciones alrededor de un gran patio en todo el centro. El desaparecido parnaso hecho de muros y tejados estaba entre las avenidas Santander y Las Araucarias.
En esa casa -distinguida con el número 45-05- nacieron y se criaron once de los trece hijos del matrimonio ejemplar, de los cuales subsisten dos: Aida y Blanca. Allí vio la luz primera, en octubre de 1940, la revista ‘Manizales’. También murió, tras 773 números, la prestigiosa publicación, en enero de 2005. La mató la falta de oxígeno publicitario y la insensatez de los ordenadores de avisos.
Los supervivientes de la descendencia de los poetas quisieron que el inmueble quedara en manos de alguna entidad oficial o privada que tuviera que ver con los goces del espíritu, pero el noble empeño no prosperó por la indiferencia cruel de la gente pudiente en la que se pensó. No los tentó ni la opulenta biblioteca de los andariegos miembros del parnaso que echaron raíces en la Ciudad del Ruiz.
En los tiempos de mayor esplendor de los Jaramillo-Isaza su residencia era una especie de Embajada Cultural, pues allí convergían frecuentemente escritores, poetas, cantantes, actores, declamadores, músicos concertistas, pintores y escultores. La mayoría de las figuras contratadas por el administrador del Teatro Olympia, don Delio Isaza (hermano de doña Blanca) cerraban sus temporadas actuando en la casa de la dupla poética. Hasta el Ballet folclórico de Sonia Osorio danzó en el gran patio de los Jaramillo-Isaza. Allí también declamó sus poemas doña Berta Singerman.
Una placa fijada en el siglo pasado en la fachada de la vivienda por el Banco de la República y el Instituto de Cultura, en la que se honraba la encomiable tarea de los dos poetas se la llevaron para Armenia los sobrinos de Aida y Blanca, tras ayudarles a vender la casa y comprar para las dos tías supérstites un apartamento en el 6to piso del Conjunto La Estación, que queda en el lote del antiguo orfanato manizaleño.
El influjo internacional de la revista “Manizales” era verdaderamente impresionante. Los poetas de la casona tuvieron correspondencia y amistad con Juana de Ibarborou, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral y Pablo Neruda, entre otras inteligencias superiores del continente suramericano. Visitantes de la casona fueron los bardos Porfirio Barba Jacob, Eduardo Carranza y Jorge Robledo Ortiz.
El escritor, poeta y columnista Gustavo Páez Escobar evocaba así los tiempos pretéritos de la revista “Manizales”, al celebrar medio siglo de existencia:
“Cuando cumplía 50 años de fundada, lanzaba una edición extraordinaria con el número 593. Habrían sido 600 ediciones si en el gobierno del general Rojas Pinilla no se hubiera presentado una interrupción como consecuencia de la orden de no publicarla más en la Imprenta de Caldas, donde se editaba. Este trastorno significó para sus directores, los esposos y poetas Juan Bautista Jaramillo Meza y Blanca Isaza de Jaramillo, una dolorosa tregua de siete meses mientras buscaban y encontraban financiación privada. Su última directora, Aida Jaramillo Isaza, manifestaba que la dictadura le dejó a la revista una “honrosa cicatriz patriótica”.
La revista fue fundada en octubre de 1940 por la poetisa Blanca Isaza, quien la dirigió hasta su fallecimiento en 1967. Luego la sustituyó su esposo, hasta 1978, año de su muerte. Desaparecido éste, cuando todo hacía suponer el cierre definitivo, saltó al timonel la penúltima hija del matrimonio, Aida, escritora entonces anónima que iba a manifestar sus calidades intelectuales.
Manizales es un centinela de la cultura caldense. Sus páginas han estado al servicio de los escritores colombianos. Escritos maestros de todos los tiempos, seleccionados con riguroso criterio, forman el acervo de las 593 ediciones que engrandecen este brillante itinerario de realizaciones y fidelidad a las causas del espíritu, termina diciendo Páez Escobar.
La apostilla: Una noche de tertulia, en Casa de los Poetas, doña Blanca cargaba a Aida, su tierna niña que contaba apenas tres años de vida. De pronto, el poeta Eduardo Carranza, autor del Himno a Manizales, le preguntó a la pequeñina, en son de broma, por qué no escribía. Y ella le respondió: “Porque no tengo lápiz”.
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