Orlando Cadavid


Esta pequeña historia sobre un gerente de radio metido en honduras periodísticas la hemos contado varias veces y poca gente la cree, por lo absurda, estúpida y traída de los cabellos.
Sucedió en Antioquia, el departamento más duramente golpeado por la violencia y asediado por numerosos frentes guerrilleros, escuadrones de narcotraficantes, paramilitares, secuestradores, terroristas y delincuentes de toda laya.
Debutaba como gerente regional de Caracol en Medellín el señor José Manuel Restrepo, quien venía de fabricar y vender vajillas en Locería Colombiana y sería a la postre presidente de la misma cadena radial.
Convencido de que los periodistas somos los generadores de la violencia que agobia al país, el nuevo funcionario comenzó a ejercer presión para que no se difundieran noticias que tuvieran que ver con atentados con carros-bomba, tomas guerrillas, masacres de campesinos, asesinatos selectivos, secuestros y desplazamientos forzados.
Resuelto a ocultarle a la radioaudiencia la realidad de la violencia que sacudía al territorio antioqueño, Restrepo hacía estas recomendaciones para no darle salida a las que llamaba "noticias malucas".
El sabihondo ejecutivo radial daba estas órdenes que el suscrito se negaba a acatar: "Cuando se presente un asalto guerrillero a un pueblo, se registra simplemente el hecho, de manera escueta, sin abundar en detalles; sin dar cifras de muertos, heridos, desaparecidos, ni de los daños materiales dejados en la embestida criminal. Así evitamos alarmar innecesariamente al país y no le hacemos propaganda a los terroristas".
Cuando se le advertía al inopinado censor que la Cadena Básica iba a reclamar desde Bogotá la ampliación del episodio violento, este pozo de sabiduría periodística sostenía: "Te haces el loco; si te dan cambio para hablar de la toma del pueblo, les hablas más bien del avance de las obras del metro de Medellín o de la recuperación de Coltejer o del incremento de las exportaciones bananeras y así se irán acostumbrando al modelo que yo quiero implantar".
El genio Restrepo daba estas otras disparatadas pautas para una región en guerra como Antioquia:
"Si ocurre una masacre de 30 o más campesinos muertos en cualquier municipio de Antioquia, no le haces demasiado ruido al episodio, que es bastante desagradable. Das la noticia escueta, sin aspavientos, por la cadena, y si te piden ampliación del genocidio, te haces el desentendido; les sales al aire con una noticia positiva acerca del progreso de Medellín". ¿Y qué hacemos, señor gerente, cuando nos llegue la lista de las 30 víctimas debidamente identificadas? "Simplemente, la ignoras".
Restrepo no paraba de dar órdenes a los periodistas para esos tiempos de guerra. Se quejaba por la proliferación de secuestros y disponía el censor de nuevo cuño:
"Si en un solo día hay ocho secuestros en Antioquia, no dedicaremos una noticia a cada caso. Daremos una sola información, ojalá cuando esté bien entrada la noche, en la que registremos los ocho plagios, pero sin dar los nombres de los cautivos para no alarmar al país y no generarle dificultades en la negociación con los secuestradores".
¿Y si hay un pez gordo, un personaje de mucha importancia, qué hacemos, señor gerente?
"Nada. Nos hacemos los locos. Callamos. Esa es otra manera de contribuir a la paz y a la tranquilidad de la región. Si los otros medios quieren dar esa noticia, pues que la den; nosotros no perdemos absteniéndonos de publicarla".
La apostilla: Don José Manuel estaba seguro de que con su "revolucionario" patrón informativo la violencia iba a desaparecer y se preguntó: ¿"Quién quita que el sistema cale y lo apliquen en las demás plazas de Caracol en el país"?
Cuando terminaba de exponer su repertorio de estupideces, el suscrito regresaba a su cubículo y los redactores, ansiosos, corrían a preguntar ¿qué quiere el nuevo gerente? Yo respondía: Quiere un noticiero originado en Suiza.
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