Orlando Cadavid


No es tarea fácil para el cuerpo ni para el alma cumplir cien años en los prolegómenos del tercer milenio y celebrarlos íntimamente en su casa, en uso pleno de sus facultades mentales, rodeado del amor filial de su adorado matriarcado que conforman su esposa y sus tres hijas.
El protagonista de este episodio de envidiable longevidad es el médico caldense Gonzalo Botero Zuluaga, quien en octubre de 1968, cuando se estrenaba como alcalde de Manizales -tarea que le encomendó por decreto, desde el Palacio Amarillo, el entonces gobernador de Caldas, Guillermo Isaza Mejía- nadie le fiaba, por mala paga, ni una escoba a la administración municipal.
Ante semejantes penurias, el debutante burgomaestre frotó su lámpara de Aladino y apareció en su despacho, como por arte de magia, el jefe del MRL, Liborio Chica Hincapié, quien como secretario de Hacienda puso la casa en orden; saneó las finanzas; logró la reconciliación con la banca y el comercio le devolvió el crédito a la administración de la ciudad que funcionaba en el demolido Palacio de los Cristales que le daba cierta prestancia a la plaza Alfonso López Pumarejo.
El médico Botero Zuluaga fue alcalde de Manizales entre el 30 de septiembre de 1968 y el 9 de mayo de 1970.
Como el Niño Jesús, nació el 25 de diciembre pero de 1915 en Aranzazu, Caldas. Sus padres fueron Lino Botero y Hermilda Zuluaga. Realizó sus estudios de primaria en una escuela rural de Aranzazu y los finalizó en Salamina, municipio, donde vivió sus años de infancia en compañía de sus 11 hermanos y sus progenitores. Posteriormente adelantó sus estudios de secundaria en el Instituto Universitario de Manizales, donde obtuvo su grado de bachiller en junio de 1932.
Estudió Medicina en la Universidad Nacional de Colombia, en Bogotá, y obtuvo el título de médico cirujano en 1946. Comenzó a ejercer la profesión en el Hospital La Samaritana, de la capital del país, y simultáneamente empezó a participar en actividades políticas en el partido Liberal.
Durante los años de ejercicio profesional se especializó en la rama de la dermatología. Fue uno de los fundadores de la especialización de dicha área en la facultad de medicina de la Universidad de Caldas. Ofició como profesor en esta carrera durante varios años y atendió su consultorio en el Instituto del Seguro Social.
Combinó con entusiasmo la medicina, la política y el civismo. Además de haber sido concejal de la ciudad durante varios periodos, participó en las juntas directivas de la Beneficencia de Manizales, el Centro Piloto de salud, la Sociedad Iberoamericana de Dermatología y miembro fundador de la Sociedad Colombiana del ramo.
El centenario facultativo caldense está felizmente casado con la bacterióloga Ligia Marín Maya, con quien tiene 3 hijas: Valentina, Natalia y Lina. Las cuatro lo hacen vivir a cuerpo de rey.
En estos malabares dominicales hablamos alguna vez de la tripleta de colombianos que le apuntaba a la primera centuria de existencia. La conformaban el periodista bogotano José Salazar; el fecundo escritor riosuceño Otto Morales y el médico aranzazuno Gonzalo Botero. Los dos primeros colapsaron. El único que llegó a la cima de los 100 años fue el doctor Botero.
En el gobierno municipal que motiva estas remembranzas corría el humor a raudales. Se decía en los pasillos que las reuniones semanales de la Junta de la Vivienda Popular, que presidía el cumpleañero, los viernes, no eran de la vivienda sino de la “bebienda” y que cuando alguien llamaba al teléfono de la Caja, no le respondían “a ver”? sino “a beber”?
¡Que cumpla muchos más, doctor Gonzalo!
La apostilla: Cuando el doctor Botero Zuluaga decidió especializarse en la rama dermatológica (ciencia que tiene que ver con las enfermedades de la piel) sus amigos le decían, en plan de broma, que “Gonzalo era, apenas, un médico por encimita”.
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