Orlando Cadavid


Pocos colombianos sabían que Eleuterio era el segundo nombre del expresidente y caudillo conservador Laureano Gómez Castro, quien cumplió el lunes último cincuenta años de haber cerrado su ciclo vital, tras marcar impronta en los anales de la política colombiana en el siglo pasado.
Apodado por amigos y enemigos indistintamente "El Hombre Tempestad", "El Monstruo" o "El Basilisco", el líder de la pura doctrina, el mismo que marcaba distancia entre el oro (su sector político) y la escoria (el símbolo que le imponía a sus adversarios), tuvo centenares de biógrafos, antes y después de su óbito.
Para muchos lectores proclives a este género editorial, los mejores relatores de la agitada existencia de este gran protagonista de la vida nacional han sido Alberto Dangond Uribe y Juan Felipe Córdoba Restrepo. Ambos reciben espacios generosos en la Biblioteca Virtual del Banco de la República.
El primero, historiador costeño de muchas campanillas, tuvo el privilegio de conocerlo como a la palma de su mano, pues fue por largo tiempo su secretario privado. Su libro, titulado simplemente "Laureano", es considerado una pieza maestra de la literatura política.
El catedrático e historiador Córdoba Restrepo hizo esta afortunada síntesis del fogoso personaje, en su tratado "Laureano Gómez y su accionar político: La Palabra":
Presidente de la República entre 1950-1951, periodista, político y diplomático, nacido en Bogotá, el 20 de febrero de 1889, muerto en la misma ciudad, el 13 de julio de 1965. En la segunda mitad del siglo XX surgió entre la clase política colombiana una figura que por medio de sus palabras, poderosas e incisivas, conmocionó el escenario público nacional. Sus férreas creencias en los principios rectores de su partido político: el conservador, así como su exposición en la palestra. Partícipe activo en la creación del Frente Nacional, Laureano Gómez Castro basó su acción en las teorías cristianas expuestas por Santo Tomás de Aquino y San Agustín, revitalizadas hacia finales del siglo XIX por el papa León XII, a través de la llamada escuela neotomista, con la cual se intentó dar a la religión católica una recuperación mundial.
Su biógrafo se refiere luego al principio del fin de la presidencia de Laureano:
En 1951, al sufrir un síncope cardíaco, Gómez se vio obligado a retirarse de la Presidencia, y el poder quedó en manos del primer designado, Roberto Urdaneta Arbeláez. El 13 de junio de 1953 el general Gustavo Rojas Pinilla se tomó el poder mediante un golpe militar, impidiendo que Laureano Gómez retornara a la Presidencia. Tras el golpe, Gómez fue llevado al exilio, en primer lugar a Nueva York y por último a España, desde donde enviaba continuamente comunicados a sus seguidores, defendiendo sus posiciones y atacando al "usurpador", término que usaba para referirse al general Rojas. Cuatro años después, en 1957, los mismos que tumbaron a Laureano derrocaron a Rojas y vino el Frente Nacional, creación de Gómez y Alberto Lleras.
La apostilla: Caudillo siempre llevado de su parecer, que jamás dio el brazo a torcer, prohibió que su cadáver fuera expuesto en cámara ardiente, en el Capitolio, donde tuvo su hábitat natural durante 50 años, y ordenó que no le enviaran flores a su entierro. Murió a los 76 años a consecuencia de una hemorragia interna, el martes 13 de julio de 1965.
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