La imposición de apodos al prójimo ha sido un deporte nacional desde los tiempos de la emancipación del yugo español. Los motes siempre se han derivado de algún defecto físico, de una manía, de un oficio o una semejanza de la "víctima" con algún ejemplar del reino animal.

Empecemos por los tiempos de la gesta libertadora, en la que Bolívar era llamado, a sus espaldas, "Longaniza", remoquete atribuido a los conspiradores septembrinos. A su turno, el Libertador le ponía el alias de "Casandra" a su malqueriente Santander. Mosquera, uno de los herederos del padre de la patria, era "Mascachochas".

En los tiempos de la "Regeneración", el panfletario Vargas Vila le endosaba dos sobrenombres al presidente Rafael Núñez, (vecino de "El Cabrero") quien le puso precio a su cabeza y lo desterró del país: "El Buitre Lírico" y "El Tirano Esfinge".

Don Marco Fidel Suárez, el presidente más pobre que ha tenido Colombia, sobrellevó dos motes, producto de su origen humilde: "El hijo de la choza" y "El hijo de lavandera nacional". El primero, por su lugar de nacimiento, en Bello, y el segundo porque doña Rosalía, su madre, lavaba ropas ajenas para conseguir el sustento diario.

Los presidentes liberales Alfonso López Pumarejo y Alberto Lleras Camargo compartieron remoquete: cada uno, en su época, fue apodado "El Muelón" por la protuberancia de la dentadura. Para diferenciarlo del hijo homónimo, los liberales se referían al "Viejo López" o a "López, el grande". Otro apodo de Lleras Camargo: "El Monarca".

Otra tanda: A Gaitán le decían "El Indio". Laureano Gómez era "El Hombre Tempestad" y su derrocador, Gustavo Rojas Pinilla, "Gurropin", y a su hija, "La Nena" o "La Capitana". A Guillermo León Valencia lo llamaban "El Hidalgo de "Paletará". Por su baja estatura, a Carlos Lleras le endosaban, a sus espaldas, dos irrespetuosos sobrenombres: "Remache" o "El Enano". El caudillo Gilberto Alzate era "El Mariscal" y Carlos Augusto Noriega "El Tigrillo". José Ignacio Vives era "Nacho".

En distintas épocas compartieron "El Mono" los presidentes Enrique Olaya Herrera y Misael Pastrana Borrero. Alfonso López Michelsen fue "El Pollo", "El Compañero-jefe" y "Calígula", por su perversidad. Turbay Ayala era "El Turco". Belisario Betancur sigue siendo "Relicario" o "Bélico". A Virgilio lo apodaban "El Gago". A César Gaviria, "La Loca". A Samper, "El Bojote" o "El Elefante". A Uribe, "El Paraco", y a Santos, "Juanpa". Por sus ponzoñosos escritos, a doña Bertha Hernández la asociaban con "El Tábano".

Las columnas del inolvidable Lucas Caballero Calderón, "Klim", fueron pilas "bautismales" de varios personajes de la política de campanario: Santofimio fue "Pinina". Ardila Lulle, "Tamarindo". "Sanitario" le decía al ministro de Gobierno, Fernando Cepeda Ulloa.

De remoquetes paisas: "El Ratón" era Gilberto Echeverri Mejía. "Luis XIV" o "Lu-pe" es Luis Pérez y Juan Gómez es "Juan Bobo". "El Pecoso", Diego Calle Restrepo. "Montoño", Óscar Montoya. "El socio" Bernardo Guerra. "Patasagrias" el exsenador Gilberto Moreno. "Kid Chocolate", Guillermo Gaviria Echeverri. "Pajarito", Manuel Ramiro Velásquez. Fabio Valencia, "Caradepañete". En el periodismo, "Miguel Lenguas", Zapata Restrepo Miguel.

Muy a nuestro pesar, por falta de espacio, dejamos en "sala de espera" a "Los Leopardos", a "Los Gorilas" y a los políticos del Viejo Caldas y Bolívar.

La apostilla: Nadie derrochó en vida tanta "apodomanía", en los micrófonos de nuestra radio, como el irrepetible Carlos Arturo Rueda, "El Colorado", en sus emocionantes transmisiones de las Vueltas a Colombia en bicicleta y en los partidos de fútbol de la época de El Dorado. De esta exótica fuente "bautismal" esperamos ocuparnos en próxima entrega.