Luis F. Gómez


La violencia es una epidemia mundial que sigue haciendo de las suyas. Castiga de manera más fuerte al continente americano. Y en particular a los países de América Latina, muy por encima de los países africanos y europeos. Según estudio adelantado por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, nueve de los quince países más violentos se encuentran en América Latina. En efecto, la tasa de muerte por causa violenta en promedio en el mundo es de siete muertes anuales por cada cien mil habitantes. Y nuestros países son los que encabezan, por ejemplo Honduras está en algo más de noventa, y Venezuela en más de cuarenta. Colombia tiene 6 ciudades entre las cincuenta más violentas del mundo, México coloca 9 y Brasil 16.
Los homicidios intencionales en el mundo por año son de casi siete personas por cada cien mil habitantes. Centroamérica encabeza la temible lista con cuarenta y un muertes anuales por cada cien mil personas. Hay un foco muy grave de violencia en nuestra región.
La principal causa de homicidios en nuestra región es el delito organizado, principalmente los crímenes vinculados al tráfico de drogas de uso ilícito. Esta violencia del cotidiano está totalmente potenciada por el narcotráfico. El narcotráfico es el elemento que eleva de manera peligrosísima la incidencia de crímenes intencionales. Y debemos ser muy conscientes que en nuestro país el narcotráfico ha contado con la protección de los guerrilleros y paramilitares en lo que tiene que ver con la siembra de los cultivos de uso ilícito y primeros procesamientos. Mientras no se ataque a fondo al narcotráfico la violencia continuará disparada! Por ello, es muy esperanzador el acuerdo, que se llegó en los diálogos conducentes a dar por terminado el conflicto armado, pues se le quitaría el principal combustible a la violencia.
De otra parte, hay unos ejercicios en distintas ciudades, donde el empoderamiento del ciudadano del común del tema de la seguridad ciudadana, ha generado muy buenos resultados. Y ello es gracias a la utilización de herramientas para el control ciudadano de la gestión pública, que pasa por el aumento y cualificación de la información a los ciudadanos para incentivar la incidencia en la cosa pública. En pocas palabras, las ciudades que han permitido fortalecer la participación ciudadana han logrado cambiar el rumbo de las cosas. No se trata pues de colocar un policía en cada esquina, sino el de hacer conscientes a los ciudadanos de su responsabilidad con el bien común.
Erradicar la violencia en nuestros países es un gran pendiente que tenemos. Y tiene que ver con el derecho fundamental a la vida, con la seguridad humana.
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