Luis F. Gómez


Claro y preciso el mensaje del ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, al gremio cafetero: nada de ayudas. Y procedió a focalizar las tareas del gremio en tres frentes: el fortalecimiento del gremio, elevar la rentabilidad de las fincas y tener presente los ciclos de precios.
El punto más importante de fondo es el de la rentabilidad cafetera. Que pone en el centro del análisis los costos cafeteros. En efecto, el título del 82 Congreso Cafetero fue precisamente: “Unidos por la rentabilidad del caficultor”. Esa es la gran preocupación. Y esa rentabilidad del caficultor se asegura con la garantía de compra de toda la cosecha y el precio. Si bien, éste último depende del ciclo y volatilidad del comercio internacional del grano, hay márgenes y franjas, que se pueden mantener si se hace ahorro en épocas de vacas gordas. Pero la realidad no es solamente sobre ingresos, sino también sobre los gastos. La rentabilidad está ligada, como dijimos, a los costos. La caficultura colombiana tiene unos costos que están muy por encima de muchos de los grandes productores mundiales. Vietnam con su café de combate tiene menos de la mitad de los costos. En efecto, por carga los vietnamitas tienen un costo de 232.151 pesos, mientras que en Colombia se tiene un valor de 585.402. Es muy grande la diferencia. Con los centroamericanos, que tienen un café más parecido al nuestro, estamos también por encima. Honduras, por ejemplo, tiene 420.386 pesos por carga. Hay que buscar la forma de elevar la rentabilidad y ello pasa no solamente por prácticas propiamente dichas cafeteras, sino de administración y otras de investigación: Cenicafé tiene la responsabilidad de dar más resultados en el campo de variedades y de tecnología.
Un punto que hay que tener muy presente es que la cultura cafetera, como se le llamó en épocas de bonanza, permitió reducir la pobreza en las zonas cafeteras y todavía algo de ello queda gracias a la labor de los comités departamentales en materia de infraestructura de educación, salud, acueductos, vivienda y vías. Pero la verdad es que ese tipo de inversión se ha reducido y desaparecido en muchos casos. De allí, que el llamado del ministro para hacer una presencia especial en los territorios más azotados por la violencia es un imperativo para el postconflicto. Y para ello, es necesario que el Gobierno Nacional disponga de recursos para que los comités puedan ejercer de dinamizadores de desarrollo en estas zonas. Hay un dato muy revelador, el 90% de los caficultores de Tolima, Huila, Nariño y Cauca pertenecen al Sisbén 1 y 2, lo que muestra de todas formas la vulnerabilidad de estos caficultores. Seguramente, en las zonas más golpeadas por el conflicto armado son las más pobres.
Así pues, la rentabilidad se debe convertir en una verdadera obsesión de la institucionalidad cafetera. Es un tema que hay que abordar desde distintos frentes, para poder impactarla. La gerencia de la Federación a cargo de Roberto Vélez recibió una caficultura renovada que está dando frutos en el nivel de cosecha que para el año cafetero llegó a 13,6 millones de sacos. Evidentemente, el volumen de producción es importante, pero lo que requerimos va más allá, la rentabilidad es fundamental.
Las palabras del ministro en el Congreso Cafetero fueron sorbos amargos, pero que hay que asumirlos con estrategias muy serias y de largo plazo.
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