Luis F. Gómez


La declaratoria de Panamá como paraíso fiscal es una medida muy importante del gobierno nacional. Es un cambio serio y profundo de las autoridades tributarias del país, que dejan de ser como los avestruces que meten la cabeza bajo la tierra para no aceptar la realidad y hacerse los de la vista gorda. Colombia está buscando un nuevo orden social que implica una mejor redistribución del ingreso que pasa necesariamente por que las personas naturales y jurídicas paguen los impuestos.
El país no puede seguir resistiendo que unos pocos ricos le hagan conejo al fisco a través de figuras y procesos que permiten este tipo de países, que para consolidarse como receptores de grandes flujos capitales extranjeros, no les importa que provengan de acciones dudosas o sencillamente que sirvan para evadir el pago de los impuestos.
Y la historia reciente de la DIAN demuestra que una administración profesional y alejada de la corrupción puede generar dineros por encima de muchas reformas tributarias. Una mejor administración que implique una reducción de la elusión y la evasión puede generar muchos de los recursos que necesita el país para el gasto social, para la reconstrucción de un país incluyente y equitativo. Ya hasta los empresarios lo han dicho a viva voz, "estamos dispuestos a financiar la paz del país", pero siempre hay algunos que están buscando siempre la forma de no pagar los impuestos a que están obligados.
Que Panamá esté pataleando y pensando en medidas de retaliación, no nos debe asustar ni hacer vender nuestra conciencia. La posición de Colombia es clara, si no hay instrumentos para evitar que se burle al fisco nacional no se puede seguir aceptando a Panamá como economía compatible con la colombiana. Y la declaratoria de paraíso fiscal es inevitable. Sería un error grave del Gobierno si echa para atrás la medida sin que se aseguren las herramientas de control para los flujos de capital con ese país.
Para el futuro de Colombia, todos los ciudadanos y ciudadanas tenemos que tener una clara conciencia de la necesidad efectiva que "todos pongamos", especialmente los que tienen mayor capital, para quienes es más grande la responsabilidad. El nivel de inversión social debe crecer significativamente en el país para cerrar las brechas de la indignidad en que vivimos. Independientemente de si se firma o no el acuerdo con la guerrilla en La Habana, tenemos que hacer un gran esfuerzo para propiciarle a todo el mundo, sin distingos, las oportunidades para su desarrollo en sociedad.
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