Luis F. Gómez


Una nación se puede calificar en su nivel de desarrollo y humanidad por el índice de mortalidad infantil que maneja. En el caso de Colombia, este índice deja mucho qué desear. Y tiene un problema muy grave, pues en ciertos centros urbanos el dato muestra una reducción importante, pero a nivel del país hay lugares con unos índices muy altos. El promedio nacional podría indicarnos que todo va bien, por la reducción, pero tenemos regiones donde es sencillamente insoportable éticamente dado el nivel de desarrollo de la salud en nuestros días.
Desde la implementación de la Ley 100 de 1993, Colombia ha afrontado sucesivas crisis del sistema de salud, que ha permitido a muchas personas que antes no tenían acceso, llegar al sistema, pero desafortunadamente también ha generado una constante amenaza a la integridad de los ciudadanos. La expresión más álgida de esta amenaza se traduce en las muertes infantiles, sobre todo en aquellas evitables. Si bien el país logró avances en cuanto a los objetivos de desarrollo del milenio al año 2015, la deuda sigue vigente, en especial, en los territorios más vulnerados como el Chocó, la Amazonia y La Guajira.
Lo que conocemos de la mortalidad de niños y niñas por desnutrición en La Guajira, es quizá la expresión más sensible y dolorosa del reto que tenemos como sociedad de reducir la desigualdad e inequidad social y sanitaria. Si bien en Manizales la tasa de mortalidad infantil pasó de 8 a 4 entre 2009 y 2014, se redujo en el 50%, lo que es una excelente noticia; al tiempo que esta misma reducción no se ve en el departamento como tal. En el 2009 estaba en 14 y en el 2013 se ubicó en casi 13, lo que implica que vivir en Manizales es mucho más seguro para los niños menores de un año.
El sistema de salud ha demostrado debilidades e inequidades en la atención. Hoy adolece de innumerables barreras de acceso a sus servicios, tanto preventivos, como curativos y de rehabilitación. Se mantienen tasas inaceptables de mortalidad infantil evitable. Por ello se requiere hacer un alto en el camino, no solo para revisar la estructura general sobre la cual está fundamentado, sino también para promover la real acción intersectorial que promueva condiciones de vida dignas tendientes a mejorar la salud para toda la población.
Tolerancia cero a las muertes infantiles por causas prevenibles debiera ser la consigna del nuevo Modelo de Atención Integral propuesto por el Gobierno Nacional a través de su Ministerio de Salud. No vale conformarse con promedios de tasas. Cero muertes evitables debe ser la meta en todos los grupos poblacionales, sin importar su condición socioeconómica.
Un país que desea lograr el desarrollo en medio de una cultura de paz y equidad social, debe priorizar en su agenda este propósito. Caldas y Manizales tienen que continuar avanzando en esta materia. En todo caso, el imperativo ético debe ser: Ni un niño o niña más debe morir en ningún lugar de nuestro territorio, y menos por una causa prevenible.
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