Luis F. Gómez


El proceso de paz ha puesto en evidencia una interesante tensión entre perdón y convivencia. Para algunos es fundamental que se dé un proceso de perdón como condición necesaria para la construcción de la nueva Colombia. Otros, por el contrario, manifiestan que lo que se requiere es una dosis grande de convivencia para la coexistencia. En el fondo la cuestión radica en la concepción que se tenga de lo que es la reconciliación: llegar a un estado de armonía total o a un estado de convivencia pacífica y dialogal entre distintos. La primera con un maximalismo, que implicaría que haya perdón entre la víctima y el victimario, requiere de un movimiento personal y profundo en las personas implicadas; y la segunda busca más una salida de tipo político que lleve a la coexistencia social.
En una sociedad con profunda influencia cristiana muchos podrían pensar que en el postconflicto se pueda vivir la posibilidad de amar a los enemigos, como lo dice el Evangelio. Sin embargo, esto no se puede exigir, perdonar depende más de una profunda opción de vida que implica normalmente las más hondas creencias de las personas. Por ello, con este paradigma de la misericordia no se puede medir todo el proceso. Qué bueno que todos entráramos por esta dinámica del perdón radical. Pero la realidad es otra, se requerirá de todo un proceso muy largo y donde jugará un papel fundamental la dinámica espiritual de cada persona. Pero a nivel ciudadano, repito, no se puede exigir. El domingo pasado El Tiempo publicó varias historias de personas que han logrado caminar hacia una reconciliación maximalista, que dan ejemplo al país, y que espero inspiren a otros muchos a dar este paso. ¡Sí se puede ser capaz!
Así, pues, esa tensión que se genera entre el espacio político y el espacio individual debe llevar a respetar cada uno, sabiendo que se pueden impulsar mutuamente, pero que no necesariamente van a la misma velocidad. Para buscar una paz duradera seguramente se requerirá, en buena medida, una prudente combinación de ambos aspectos. No podemos agotar todo en la exigencia de convivencia social entre distintos, sin que ello implique que no haya en el interior de las personas una movilización hacia el perdón. Pero debemos tener muy en claro que por la diferencia de velocidades en los procesos, seguramente se tendrá que pensar en un tránsito procesal.
Un conflicto tan hondo como el que ha vivido la sociedad colombiana hay que aceptar que ha dejado enormes heridas. Las más recientes sistematizaciones de lo que ha sido el horror del conflicto en el país, muestran cómo durante más de 50 años los que más han sufrido no son los combatientes, sino precisamente la población civil, en efecto, entre las muertes fatales la población civil ha colocado más del 80%. Los desplazados, que son más de 6 millones de personas, son también fundamentalmente población civil. Así las cosas, lo que el postconflicto debe permitir es tejer poco a poco unos vínculos de confianza para que sobre ellos, venga después el perdón.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015