Luis F. Gómez


El viernes pasado se celebró el Día Nacional del Café. En esta oportunidad se conmemorarán también los tres años de haber sido declarado el paisaje cafetero como patrimonio de la humanidad por la Unesco. El café se ha ido consolidando de una manera integral en nuestra región. Asociar el café a los sacos de grano verde que se exportan a distintos destinos del mundo, es ya insuficiente. Café también significa una cultura cafetera. Café son las 500 mil familias que viven del cultivo del grano. Café es la generación de divisas. Café es Juan Valdés. Café es el Parque Nacional. Definitivamente, el café es el aroma del país.
Este aroma del país hay que seguirlo cultivando y protegiendo. Y hay que continuar proyectándolo en distintos horizontes y facetas. Una de sus mayores significaciones sociales es el desarrollo integral que impulsó en el pasado e impulsa en la actualidad el mundo del café en las regiones cultivadoras. Bien se ha denominado como la cultura cafetera que ha apoyado definitivamente el desarrollo de la democracia real en nuestro país, un grupo significativo de pequeños propietarios, que unidos por la institucionalidad cafetera, logra construir bienes públicos para el fortalecimiento de toda la sociedad, tales como carreteras, escuelas, acueductos, electrificación, etc. Y aquí está el gran secreto del café, aquí está el componente más importante que le da el aroma: el trabajo en común, respetando la iniciativa privado y la propiedad privada, pero asumiéndola con un sentido de responsabilidad social.
La dirigencia cafetera ha estado muy marcada por el componente económico y de producción, lo cual es fundamental, pero insuficiente. Tenemos que trabajar por consolidar una nueva dirigencia que tenga una visión muy integral del café. Que se preocupe de la producción de cafés especiales, del subsidio al precio interno, de la liberalización de las importaciones de insumos, que busque la financiación de los comités departamentales; pero que al mismo tiempo se preocupe por la significación cultural del café, por la proyección del imaginario cafetero a otras dimensiones, por la participación de los caficultores en las elecciones internas como expresión de su ser gremial…
En los últimos años la realidad cafetera ha tenido una consolidación gracias a la reubicación del cultivo del café, lo que implica un reto muy grande, porque en estas nuevas zonas, la cultura del café también las permee, pues el café va más allá de unos arbustos y unos granos maduros.
De otra parte, la institucionalidad tiene que reconectarse con el cafetero raso. La protesta social que se ha dado en los últimos meses, tiene un valor importante porque es una manera constitucional de participar; pero manifiesta al mismo tiempo que los canales ordinarios de comunicación de la institucionalidad y la base está fallando, pues no están sirviendo para lograr acuerdos y buscar soluciones para las realidades del sector. En este orden de ideas, es fundamental que los comités departamentales y municipales asuman una dinámica participativa mucho más activa, que integre a todos los matices presentes entre los cultivadores.
Una buena noticia es la de la producción cafetera que en el último año se ha ido restableciendo, en efecto, llegamos casi a los 11 millones de sacos y con una dinámica de crecimiento muy grande.
Que el aroma del café siga invadiendo al país!
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