Pedro Londoño González


El pasado martes 11 de noviembre se lanzó oficialmente la campaña Dale la Mano a la Ciudad. Sin ningún tinte político, ésta es una iniciativa novedosa que, al mejor estilo mockusiano, busca infundir valores de cultura ciudadana a partir de la movilidad. Esta campaña, que contó con la iniciativa de varios diferentes gestores tanto ciudadanos como gremiales, está siendo articulada por la Secretaría de Tránsito y Transporte de Manizales, y pretende a través de ella buscar reducir la accidentalidad. Como si fuera poco, doscientas mujeres se sumaron a la causa y están ayudando a replicar el mensaje entregando volantes y con otras acciones de movilización ciudadana generan conciencia a partir de la buena cultura cívica.
Mucha gente es escéptica frente a este tipo de iniciativas novedosas y poco convencionales. Me pasó hace poco, cuando me topé con alguien y al intentar abrir una conversación sobre este proyecto, que ya tiene un despliegue mediático considerable, su respuesta fue fulminante y contundente, "esas pendejadas no sirven sino para gastar plata y ponerle más votos a esos politiqueros". Paradójicamente, cuando le pedí que me nombrara los politiqueros que, según él, batutaban la campaña, no supo responderme y evadió el tema rápidamente. Es normal que la incredulidad frente a estos temas sea bastante, pero si no son este tipo de campañas novedosas, pacíficas y alegres las que pretenden crear conciencia y generar cambios, ¿entonces cuáles lo son?
Muchos apáticos se escandalizaron al ver a ese Super Ciudadano con su traje de superhéroe, que era más una trusa amarilla más pegada que cualquier otra cosa, andar por las calles de la capital del país, agobiada por la violencia, la creciente congestión vehicular, la enorme contaminación visual y ambiental y un ajetreado diario vivir, dándole a los transeúntes mensajes de civismo y cultura ciudadana. Muchos le llamaron Lockus a ese tal Antanas que con mimos y cebras pretendía cambiar a Bogotá, ciudad que aparentemente no tenía cómo mejorar. Pues estas iniciativas pedagógicas, para sorpresa de muchos, generaron entusiasmo y lograron crear más cultura ciudadana, esa que en algún momento parecía distante. Fue a través de estas iniciativas atípicas como se logró crear un pensamiento distinto y promover un fenómeno de educación y cordialidad como factores de cambio en una sociedad, algo que nunca antes se había visto en el país. Es entonces hoy, casi veinte años después, la hora de Manizales de demostrarle a esos desinteresados y poco esperanzados que sí podemos Darle la Mano a la Ciudad y ser más cívicos, más educados y más cultos.
La tarea es de todos, tanto mía como suya al leer esta columna, o de aquellos que ni se darán por enterados de ésta. Si vamos a coger la buseta, ¿por qué pararla donde no hay un paradero establecido?, esto causa trancón y peligro de accidentalidad. Si vamos a estacionar, ¿por qué hacerlo donde está prohibido y no en las zonas azules permitidas? Si vamos a cruzar la calle, ¿por qué arriesgar nuestras vidas y la de los demás y no cruzamos por la cebra? Si vamos a arrojar una basura, ¿por qué contaminar la calle y no botarla en una caneca?
Hago entonces una invitación a no hacer caso omiso a esta campaña, que aunque poco convencional, no tiene ningún interés político ni electoral, sino simplemente cívico, resaltando una labor ciudadana que todos nosotros debemos velar por cumplir, y que empieza por las pequeñas acciones. Alguna vez tuvo mucho entusiasmo esa famosa "revolución de las cosas pequeñas" que promovió Pirry, y que de un modo u otro generó un cambio. Es hora de aplicar esa idea de las cosas pequeñas, esas que parecen insignificantes pero que conexas pueden generar un gran impacto, pero todo comenzando a partir de algo pequeño, sencillo y que no toma mucho trabajo hacerlo. Entonces, por qué no empezar con esa revolución hoy mismo y buscar a través de ésta ayudar a la ciudad que amamos a convertirse en la ciudad en que todos quieran vivir. Hoy, yo me comprometo a darle la mano a mi ciudad ¿y usted?
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