Pedro Londoño González


Pese a toda la coyuntura política por la que está pasando el país últimamente, quiero dejar a un lado todo lo relacionado con Hackers y Contralores y enfocarme en un tema que aunque no es vox populi aún, es algo que nos afecta a todos y sin duda alguna resultará muy controversial. No cabe duda que el concepto de Voto Obligatorio es algo que todo el mundo entiende pero que no piensa que pueda ser un hecho en nuestro país, pero, para sorpresa de muchos, es un tema que ya se está tratando en las altas esferas legislativas.
Es pertinente hacer un viaje en el tiempo y aterrizar en el año 1997, donde a través de un Proyecto de Ley propuesto en el Congreso de la República, y posteriormente una sentencia dictada por el entonces Magistrado de la Corte Constitucional, el doctor Carlos Gaviria Díaz, se estipularon los que serían incentivos al voto. Estos incentivos eran herramientas con las que se pensaba se iba a esgrimir el creciente fenómeno del abstencionismo. Entre estos incentivos estaban el de medio día libre remunerado, descuentos en la expedición de documentos públicos, prioridad al aplicante a becas educativas, predios rurales y hasta subsidios de vivienda, entre otros. Todos estos estímulos aparentemente mitigarían el abstencionismo y resultarían en un oasis para aquellos apáticos que preferían ver un partido de fútbol que salir a votar; pero como todos lo sabemos, esto no fue así.
A pesar de que constitucionalmente ya estaban estipulados estos beneficios que tendrían los sufragantes, el abstencionismo siguió apareciendo como una constante en las épocas electorales, y aún hoy esta constante permanece vigente. Cabe recordar que hace tan solo dos meses presenciamos una abstención de casi el 60 por ciento del potencial electoral. ¡Lamentable! Pero pese a este fenómeno, aún queda el interrogante ¿sería el voto obligatorio una solución que acabaría con el problema de raíz?
Cada quien sacará sus conclusiones, pero creo pertinente recordar que actualmente en América Latina tan solo Colombia, Venezuela y Chile cuentan con un denominado Voto Voluntario, y el resto de naciones aplican el Voto Obligatorio. Es también de vital importancia mencionar que en Chile, cuando existía el Voto Obligatorio, el promedio de sufragantes en las contiendas presidenciales era del 80 por ciento de la población; en 2013, después de que se aprobó el Voto Voluntario, esta participación bajó al 41 por ciento, casi la mitad de la participación en años anteriores. Estas cifras son preocupantes.
Actualmente países como Perú, donde el Voto Obligatorio es algo radical y donde su incumplimiento puede resultar en problemas para los individuos al momento de cobrar cheques, pagar facturas y hasta obtener un puesto de trabajo, los índices de participación son muy altos; y contrariamente, en países menos radicales como México, donde el incumplimiento del Voto Obligatorio no resulta en ningún tipo de prejuicio, los índices se mantienen cerca al 60 por ciento de participación, que es una cifra igualmente elevada.
Tal vez la realidad del voto ineludible en Colombia sea lejana, pero no deja de ser algo que compete a toda la sociedad. No dejan de ser extremadamente alarmantes las cifras de abstencionismo en nuestro país, y es aún más paradójico que en el país donde "a caballo regalado no se le mira el diente" las personas no aprovechen los incentivos que constitucionalmente le son otorgados al votante. ¿Será que para acabar con el galimatías de la abstención en Colombia hay que aplicar el Voto Obligatorio? ¿O simplemente es un problema que solo acabará cuando se acabe toda la estirpe política corrupta y clientelista que tiene harto al país?
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