Jorge Alberto Gutierrez


Así como la evolución es posible gracias al conocimiento que la naturaleza tiene de sí misma, lo cual le permite adaptarse a las siempre cambiantes y generalmente adversas variaciones del entorno, el desarrollo solo se puede alcanzar a partir del conocimiento; esta verdad que pareciera de Perogrullo explica la dialéctica que se genera entre lo aprendido y la dinámica transformadora originada por este nuevo saber.
Manizales tiene una de las biodiversidades más ricas de Colombia y del mundo; un pasado histórico resultado de una amalgama de lugares y culturas que se remontan a la antigüedad, como por ejemplo aquellos que dieron origen a mediados del siglo XIX, a nuestra cultura urbana; una idiosincrasia que en términos de competitividad le otorga a la ciudad uno de los mejores lugares en el panorama nacional, amén de otra serie de atributos que en su conjunto constituyen las características más vívidas de nuestra identidad.
Es necesario conocer a profundidad el patrimonio natural, construido o intangible con el que contamos, entendido como condición “sine qua non” para prefigurar los alcances del desarrollo. El conocimiento tiene “per se” una dinámica propia. A mayor profundidad, mayor desarrollo, más bienestar, objetivo único y primero de todo modelo que a partir del ser humano traza las condiciones del futuro.
El ejercicio interdisciplinar de planeación estratégica Estoy con Manizales, propone que el soporte del desarrollo esté basado en el conocimiento, lo que implicaría entre muchas otras cosas, convertir el territorio que habitamos en un gran campus de la educación, la ciencia y la cultura. La idea de un territorio del saber abarca a la ciudad toda y hace que la inclusión sea su característica más sobresaliente. Es decir que la ciudadanía, sin distingo de edad o condición social, es el objetivo sustantivo de todos los beneficios derivados de este modelo.
El atributo más importante de la concepción urbana de la ciudad está en la calidad del espacio público; incluso la madurez de una cultura se mide por el uso y respeto que la población haga del mismo. Este debe ser entendido como el lugar de encuentro entre el gobierno y sus asociados, el lugar por excelencia para el ejercicio democrático y es allí justamente, donde radica la capacidad incluyente y formadora de la ciudad.
El espacio público está constituido por el paisaje (aquí tenemos uno de enorme riqueza que le da a Manizales su rasgo más sobresaliente); por las fachadas de los edificios y las casas que conjuntamente con la dimensión de los andenes y calzadas le confieren su calidad urbana; por las plazas, parques y calles que posibilitan el encuentro ciudadano y estimulan los rituales democráticos. Es un sistema que se origina y converge en las centralidades que estructuran la ciudad, las cuales a su vez se conformarían, de acuerdo con el modelo de Estoy con Manizales, por los planteles educativos, las universidades, centros de investigación y sus equipamientos complementarios, una amplia red de comunicación con calles para los vehículos y las motocicletas, con ciclovías y sendas peatonales sería la encargada de acentuar su carácter didáctico en la medida que interrelaciona esos centros del saber.
Si la ciudadanía se siente respetada en el escenario urbano porque a los discapacitados, los niños y a la población de la tercera edad se les ha previsto todo lo necesario para que sus desplazamientos puedan realizarse minimizando los tropiezos inherentes a su condición, porque los padres de familia puedan pasear empujando los coches de sus niños, porque las parejas de novios y los estudiantes encuentren asiento para acariciar sus fantasías, se entenderá que la inclusión es el tema central de los desvelos en el diseño de las obras públicas. Esto es formativo, esto construye civilidad.
Si la información pública y la señalética se hacen en castellano e inglés y en braille, la ciudad estaría con la camiseta puesta en pro de ser bilingüe e incluyente como rezan todos los planes de desarrollo. Si las obras del festival de teatro, los encuentros de poesía y las retretas, los desfiles, los discursos de los políticos, los movimientos estudiantiles y las protestas ciudadanas colman cada vez con más frecuencia las plazas, los parques y las avenidas, estaríamos en ese escenario que propone la visión de Estoy con Manizales.
Entender la ciudad como la gran aula de clase de una sociedad que ha decidido encontrarse con el futuro habitando sus calles, es el reto que proponemos para alcanzar un bienestar acorde con el gran patrimonio que nos tocó en suerte.
Continuará...
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