Jorge Alberto Gutierrez


En el “Neues Museum” de Berlín, bajo una cúpula artesonada con un ojo de luz en el cenit, se yergue majestuosa y solemne la efigie de Nefertiti, la mujer de Akenatón, faraón de la dinastía XVIII del antiguo Egipto. En uno de los costados de la misma sala se encuentra una reproducción en bronce reseñada en Braille para que los invidentes puedan conocer, acariciando su rostro, el ademán de su cuello, la lozanía de sus pómulos y la sensualidad de sus ojos como almendras mirando airosos el mundo de ayer, de hoy y de mañana, que complementada con el tocado ceremonial le confieren un poder que nos hace presa de su enigmática actitud.
Una manera democrática, refinada y moderna de incluir cada vez a un mayor número de personas en el mundo de la cultura, en este caso a través del tacto, compartir con los que no pueden ver la belleza de la reina del Nilo. Un ejemplo que en su universalidad debe extenderse, si queremos alcanzar altos niveles de civilidad, a todos los campos de la vida en sociedad, empezando por poner al servicio de las mayorías el patrimonio público.
El término “Campus” empezó a utilizarse a principios del siglo XVIII, hacía relación al conjunto de facultades, bibliotecas, residencias estudiantiles, escenarios deportivos, parques y jardines, entre otros equipamientos y estructuras urbanas, que en su conjunto conforman una universidad. Sus límites están definidos por el territorio que los agrupa, el cual generalmente se encuentra “blindado” con bardas, vallas o cualquier otro tipo de cerramiento y cuyo ingreso solo puede realizarse a través de porterías debidamente vigiladas por personal designado expresamente para este menester.
Los conceptos de hacer de Manizales un “Campus Universitario” o un “Campus de la Educación, la Ciencia y la Cultura”, dos iniciativas ciudadanas que se están promoviendo en la actualidad, de alcances distintos pero a mi juicio complementarias, tienen en común y de “revolucionario” el hecho de que se rompen los límites, tanto los físicos como los de intercomunicación, para convertir el municipio en un gran territorio del saber, con el atributo por excelencia de que todos sin distingo seremos, como educandos, los protagonistas del campus.
Existe entre las ciudades y áreas metropolitanas del Triángulo del Café una creciente movilidad estudiantil a nivel de posgrados. Cenicafé, uno de los íconos de investigación cafetera más importantes del mundo, se encuentra localizado en Chinchiná. El campo de práctica agrícola de la Universidad de Caldas está en Palestina. Algunos de los colegios de bachillerato que atienden una porción de la población estudiantil de la capital de Caldas están en Villamaría. Manizales tiene diseminados a lo largo y ancho de su geografía los campus de siete universidades. Lo anterior reitera la necesidad de desdibujar las fronteras políticas, (Departamentales, municipales, comunales), para que la interdependencia entre estos centros de investigación, educación y cultura garanticen altos estándares de inclusión y desarrollo. Seguir hablando de Manizales aislada de su contexto regional, además de anacrónico, sería una pérdida de tiempo.
La capacidad de involucrar a la población de un territorio cada vez más amplio en un proyecto común sería el rédito más ambicioso e importante de la propuesta. Ello se puede lograr a partir de políticas con profundo y genuino sentido democrático, donde los indicadores y parámetros éticos estén en función de la inclusión como factor predominante para modelar no solo un territorio del saber o un campus de la educación, sino para que la construcción de ciudad y ciudadanía sea una realidad creciente.
Por supuesto que el fin último, el que puede dar fe de la validez de la propuesta está en el logro de una mayor equidad social, entendida como la disminución de la pobreza y la desigualdad. Ello es posible en la medida en que las bases y acciones en pro del conocimiento sean cada vez más cualificadas y su cobertura esté en permanente crecimiento; sin más treguas, ni aplazamientos debemos trabajar simultáneamente y “a lomo partido” por la erradicación de cualquier tipo de analfabetismo y por el mejoramiento de la educación básica, implementar una cultura ciudadana que abarque todos los ámbitos de la vida en sociedad y alcanzar un número cada vez mayor de profesionales formados en función de satisfacer las demandas más apremiantes de la sociedad.
Dialogar como iguales con otras ciudades del saber y en nuestro propio territorio con todos los centros de educación y cultura, mediante un cada vez más confortable espacio público y de actualizadas infraestructuras de telecomunicaciones, garantizará que la dinámica del desarrollo cuente con una nutrida y entusiasta participación ciudadana, razón por la cual la inclusión será el atributo más sobresaliente de la nueva realidad que se avizora para Manizales.
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