Carolina Martínez


Te tengo una sorpresa para mañana: voy a abrazarte otra vez.
No sé si te hayas dado cuenta o si te importe, pero en este momento estás en el lugar equivocado. No allá en el cielo donde Dios debe reír a carcajadas cuando está contigo, sino aquí en la tierra en donde se quedaron tus cenizas. Y todo porque en el momento de la despedida final se tomó la decisión de meterte en el cenizario en el que desde hace unos meses estaba mi tío Antonio. Pensamos que estarías muy bien acompañado con él, que fue tu amigo y por quien conociste a mi mami, su hermana, y tu primer y último amor, que con seguridad les caería allá después. Mientras tanto, tendrían muchas cosas de qué hablar y se la pasarían mamando gallo, en lo que los dos eran especialistas. Pero surgió un problema, para mí, grave: tu nombre.
(Déjame escribirlo ahora, déjame tocar con mis dedos las letras de tu nombre, que es una necesidad que tengo una vez más, Jorge Martínez Rincón).
Yo sí pregunté varias veces si después lo iban a arreglar y me dijeron que sí. Pero no se pudo. El cenizario tendría que llevar el nombre de la familia Bretón Uribe; la de mi mami y mi tío, y mía, y hasta tuya, pero no podrían estar escritos tu nombre y apellido. Y es a eso, básicamente, que me he dedicado desde el día sin nombre en el que te dejamos allá. A hacer trasteo.
Perdóname por no dejarte en paz. Por seguir llorando. Por necesitarte tanto. Perdón por pedirte que me ayudes a superar esta tu rotunda ausencia. Por escribirte estas cartas. Por haber creído que eras inmortal. Es que yo sigo aquí y soy tan humana, tan débil y tan tuya…. y no ser más tu niña me derrumba.
En Jardines de la Esperanza tienen varios aposentos. Me cotizaron y me explicaron las diferencias pero fue necesario que mi mami y mis hermanas fueran allá a mandarme fotos para elegir lo mejor para ti. La primera que mandaron me encantó, unas urnas transparentes en donde se puede ver la cajita de las cenizas, rodeada de fotos, flores de mentiras, corazones, cartas, tarjetas, rosarios, una maravilla kitsch que nunca me soñé. Me imaginé las fotos de Agustín Lara que te pondría, los poemas que te escribiría para dejártelos manuscritos en esquelas, las flores de colores, mi última foto contigo, otra de tu matrimonio con mi mami, una bola de golf, un CD de Elvira Madigan tu concierto para piano favorito de Mozart que se parece a tu alma. Esa opción me pareció de muerte. Pero a mi mami le pareció lobísima. Y -esta es la otra sorpresa que te tengo- dijo que ella iba a estar ahí contigo, y prefería algo más sobrio. Sobrio. Esa palabra tan aburrida para ti. Pero supe que estarías feliz de dormir con ella para siempre, así que reservé una suite de mármol para dos, en la que cada huésped tendría su nombre, para calmar así mi obsesión de ver el tuyo.
Y me arrepentí después. Por el ambiente.
Donde estás ahora es un lugar precioso al aire libre y tienes una vista espectacular, parece un campo de golf. El otro sitio es adentro, muy serio, cerrado, fúnebre, nada que se parezca a ti. Así que logré hacer otra reserva, para tres, a nombre de la familia Martínez Bretón, y ahora te quedarás afuera, muy cerca a tu cuñado Antonio, pero en habitaciones separadas. Luego a este ambiente familiar te llegaremos mi mami y yo y juntos descansaremos en la eternidad.
Si todo sale bien. Porque mañana viajo de Bogotá a Manizales para el trasteo, y también tengo planeado enloquecer. Salir corriendo contigo para llevarte a fundir con el viento, la vida y el mar.
Hasta mañana papi…
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