Carolina Martínez


Cómo me gustaría hoy darle gusto a mi papá y escribir una de esas columnas que le encantan a él, serias, actuales y políticas. O salir con una de las que le privan a mi mamá, que sea bien humana y hable de pequeñas historias que son tan importantes en la vida. O al menos una de las que me gustan escribir a mí, contando lo que me pasa, aunque a veces me arrepienta. Pero en esta oportunidad y teniendo en cuenta que se vienen las navidades, años nuevos y vacaciones, mi intención es aprovechar este espacio para mi beneficio personal - y para el suyo. No creo que con esto le haga mal a nadie.
Podría pagar un clasificado, es cierto, pero es que no me nace. Me nace más bien que después de leer estas líneas uno de mis lectores se animara a vivir en mi apartamento o a pasar estas vacaciones, rodeado de sutiles detalles. Despertar y ver salir el sol sobre los Andes por esa ventana con vista a los cerros orientales de Bogotá, que es como una cúpula de vidrio que me costó casi dos millones y que mandé a hacer para sustituir una claraboya que no abría y me hacía sentir como en esos buses que me producen claustrofobia.
Luego de admirar el paisaje puede salir a desayunar en la terraza al aire libre, con piso hecho a mano que me costó otro dineral y ya se destiñó. Pero todavía se ve precioso y ambienta las dos exclusivas mesitas que hacen juego con los alegres colores mexicanos que resplandecen con el sol de la mañana, aunque solo ocasionalmente, cuando sale el sol en Bogotá. De todas maneras, el desayuno, la tertulia al atardecer o el plácido descanso en la hamaca, que también tiene para ofrecer esta magnífica terraza, hacen de este lugar abierto uno de los más placenteros rincones del apartamento.
Jamás pensé irme de allí. Pero las vueltas que da la vida, y mi vocación para arrendar inmuebles, me llevaron a trastearme y dejar mi pequeño rincón, que decoré a mi gusto y al de mi mamá, quien es una de las decoradoras más afamadas de Colombia, o por lo menos de mi familia. Y ahora me toca alquilarlo y dejar que otros, que tengan con qué, lo disfruten. Con mi madre recorrimos el fantástico camino ecléctico que emprendimos cuando compramos el apto, ubicado en uno de los mejores barrios residenciales de la capital, y el resultado quedó plasmado en esa gama de estilos que lo hacen tan especial para vivir. Porque lo mejor es que es un lugar completamente amoblado, donde solo necesita llevar un par de maletas para iniciar su aventura en una de las ciudades más despelotadas del continente americano.
Con mi televisión, mi home theater, mi cama, sofá-cama, comedorcito, sala, todo lo que me tocó dejar, con el propósito de que usted disfrute de él y también ganarme unos pesitos como me gusta a mí: sin salir de casa; quiero decir, no tener que movilizarme por las calles de Bogotá -con estupendo tráfico para deleite de los visitantes- pues para ganarme esta platica sí me tocó salirme de mi casa, a otro lugar, que no es mío. Igual al caso de mi próximo huésped, que puede ser usted: viviría en arriendo, pero como en su casa, qué delicia. Y puede hacerlo acompañado: tengo cama doble para usted y su pareja y un sofá-cama para sus hijos; aunque comer solo en la terraza el 24 de diciembre también puede ser una delicia.
Para completar la oferta y facilitar su vida, yo pago todo, el internet, la TV por cable y la administración del edificio. Los interesados en aprovechar esta extraordinaria oportunidad pueden entrar a mi página web para más info: www.aptosamobladosbogota.com
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