Carolina Martínez


Nadie se vuelve malo de la noche a la mañana. Y me niego a creer que la doctora Ana María González Angulo haya intentado envenenar al gringo. Un asesino no se forma en un abrir y cerrar de ojos.
Una mujer que ha dedicado lo mejor de su vida a los demás y a investigar la cura del cáncer de seno. Una médica eminente que no cobra a las enfermas cuando no pueden pagarle y hasta les da los medicamentos gratis. Una alumna sobresaliente y especial en todos los planteles donde cursó estudios. Una colombiana superdotada considerada una de las mejores investigadoras oncológicas del mundo. Una persona defensora de la vida.
Nada que ver con esa mujer "diabólica y maliciosa" que describieron en el juicio en Houston donde en una deliberación de cuatro horas el jurado la condenó a diez años de cárcel. Un juicio, de menos de dos semanas, cargado de prejuicios e inconsistencias y en el que la fiscalía la comparaba con la loca de la película hollywoodense Atracción Fatal. ¡Qué falta de seriedad manipular a los testigos con la imagen de Glenn Close persiguiendo con un cuchillo a Michael Douglas! Como no ven más allá de sus narices ni de lo que producen, ni siquiera pudieron referirse a la Sirena del Misisipi del francés François Truffaut en la que Jean-Paul Belmondo se deja envenenar por Catherine Deneuve sin importarle que su amada lo mate con ese cafecito que él se toma lentamente; algo muy creíble, porque ella fue mala desde chiquita y tenía un pasado diabólico, ella sí, Anita nuestra médica, rotundamente no: creció en Popayán en un hogar respetable, estudió en colegio de monjas, era una niña tímida y servicial, y la nerd del curso por estar destinada a ser alguien en la vida. Antes de este drama trabajaba en uno de los hospitales más importantes en el tratamiento e investigación del cáncer y aparece como coautora de 120 publicaciones científicas en los registros de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos.
Pero es colombiana. No alemana ni francesa; si lo fuera, no sería juzgada y condenada de una manera tan campante y xenofóbica en Estados Unidos. Una científica que dirigía un trabajo de investigación con 2.000 mujeres norteamericanas financiado por tres fondos independientes y cuyo resultado tendría un efecto claro en las ventas de la industria farmacéutica, por lo menos su país albergaría una ligera sospecha e intercedería por ella.
Además, alguien con ese futuro no se iba a tirar la vida por un gringo güevón. Lo que sí creo es que lo quería. Eso de que durante un año tuvo "sexo casual" con él tampoco puede ser cierto porque el único sexo casual que tenemos las mujeres es el primero, pues sufrimos de amor a primer polvo. Y que a los 43 años se enloqueció porque él iba a tener un hijo con la novia, tampoco lo creo, pues a estas alturas ya las pasiones no enloquecen así y además ella siempre supo que el gringo vivía con otra, y ya estuvo casada como para querer repetirlo, y fuera de eso, la misión altruista de salvar el mundo le daba a su vida sentido suficiente.
De la novia del doctor y compañero de trabajo de Ana María no sabemos mucho. Que también es médica, que lo pilló en su infidelidad y que supo que no es sexo tan casual lo que se tiene con otra por más de un año. Y una mujer engañada sí quiere matar.
En Houston no le hicieron ni pruebas a la taza en la que supuestamente Ana María puso el veneno, pero eso sí, insistieron en que era de café colombiano. Y todo porque además de haber nacido en Colombia no tuvo tiempo de pintarse las canas, y la gente piensa que una mujer joven que se las deja al aire es capaz de cualquier cosa.
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