Carolina Martínez


Soy downshifter. Aunque no lo sabía, desde hace tiempo pertenezco al movimiento Downshifting cuyo manifiesto proclama vivir más y trabajar menos, o trabajar menos para vivir mejor.
No se trata de una secta de vagos, es un movimiento que nació a finales de los ochenta en Estados Unidos y que resume mi filosofía de vida ideal. Es sobre bajar la marcha -su traducción del inglés- reducir la velocidad y tomarla suave, irse por lo simple y disfrutar la vida de una manera más sencilla. No me lo inventé yo, como pensaba, viene de hace siglos y no es filosofía barata, es más, se podría decir que sus padres son varios filósofos griegos, como Epicteto, maestro de la escuela estoica, quien por su pensamiento sobre "El arte de vivir" es uno de los mayores inspiradores del downshifting. Él decía que había que aprender a distinguir entre los bienes verdaderos y los bienes aparentes. Su papel en el mundo consistía en vivir y predicar la vida contemplativa: el conocimiento de la propia naturaleza permitiría discernir aquello que el cuerpo y la vida en común exigen a un individuo. Su virtud consistía en no guiarse por la apariencia de las cosas sino por la motivación de actuar racional y benevolentemente.
Y viene también de algunos yuppies que decidieron renunciar a sueldos altos a cambio de tener más tiempo libre, y de personas que, como yo, se cansaron de vender su tiempo para entrar en la dictadura de la nómina y el remolino centrífugo de quincena -sueldo- gasto-deuda, una vida poco sostenible en la que nos medimos en función de la propiedad: gastamos, nos endeudamos y dedicamos los mejores años de nuestra vida a pagar deudas, encerrados en una oficina haciendo con angustia un trabajo que no nos gusta y compartiendo espacios angustiosos con gente angustiada que nosotros no escogimos.
Hoy las tecnologías nos brindan muchas posibilidades para liberarnos, el problema es que en Colombia el uso de éstas implica firmar un contrato de permanencia con las empresas de comunicaciones y hasta ahí llega la dicha, la independencia y el libre albedrío. Por eso a los downshifters colombianos les recomiendo consumir tecnología prepago, con tarjetas y recargas que los libren de cualquier tipo de relación con estas compañías, que no tienen clientes sino víctimas. Otro consejo importante es tener una sola cuenta bancaria, de ahorros, no manejar chequeras ni sobregiros, pagar siempre en efectivo y tener solo una tarjeta de crédito para usar en caso de una emergencia grave como la muerte.
Otros mandamientos generales del downshifting son renunciar a gastos superfluos, reducir el estrés en lo posible, no vivir obsesionado con tenerlo todo, llevar al día una libreta de gastos, usar transporte público, vivir cerca del trabajo, salir de compras solo cuando sea necesario y no acumular tanto trasto innecesario. Otros más particulares son consumir alimentos menos procesados y más naturales, hacer ejercicio, trabajar en el desarrollo de los propios talentos hedonistas y tener un sentimiento de conexión con la naturaleza. Otros más personales son escribir más y hablar poco, bailar todos los días, no usar reloj, alquilar mi casa en vacaciones e irme de camping al mar, recordar que a la tumba no me llevo nada, despertar a nuevos medios de comunicación como el silencio y los abrazos y no usar ni jabón en la piel para que no se me la reseque y después tener que comprar la crema contra la resequedad que me produce grasa y así mismo granos que me hacen pagar consultas carísimas al dermatólogo.
Otra sugerencia es hacerle caso al ministro de Salud para poder seguir las enseñanzas de Epicteto y los mandamientos del manifiesto: consumir marihuana en vez de alcohol, ya que es menos peligrosa y causa menos problemas físicos, emocionales y mentales.
Por mi parte, apenas salga de deudas me dedicaré a eso, a la marcha suave.
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