Alejandro Samper


Preocupado por mi situación financiera actual, decidí buscar la ayuda de expertos para que me orientaran en cómo invertir mi dinero y en qué invertirlo. El analista financiero Robert Marstrand, a quien tuve la oportunidad de conocer hace un par de años, lleva años diciendo que la mejor inversión es el oro. Así lo expone en muchos de los textos que publica en el portal de internet que él fundó, ofwealth.com.
Esta posición también la comparte Michael Maloney, autor del libro Guía para invertir en oro y plata, dice que hay que invertir en este metal precioso "porque es el único activo que jamás ha fallado en 5 mil años (...) Como es un activo tangible con un valor inherente, su poder adquisitivo nunca caerá hasta cero (…). Es un activo financiero que puede ser privado por completo y que no tiene que formar parte del sistema financiero. Se puede poseer por completo a diferencia, por ejemplo, de los bienes y raíces. Si cree que estoy equivocado, entonces deje de pagar su impuesto predial durante varios años". Y sigue...
Entonces busqué en qué radica esta fiebre del oro que al parecer viene desde que el ser humano descubrió que esas pepitas brillantes se podían moldear, fundir y canjear. Es un material de alta conductividad eléctrica y resistente a la corrosión, por lo que es muy usado en el desarrollo de equipos tecnológicos. Desde diminutos circuitos en los celulares hasta en el recubrimiento de piezas en transbordadores espaciales y satélites.
También encontré que tiene usos terapéuticos y se usa en tratamientos antiinflamatorios. Pero todo lo anterior usa pocas cantidades de oro. Gramitos, polvo, isótopos. Muy poco como para despertar tanto interés y que muchas economías mundiales dependan de sus reservas auríferas.
El oro, sin embargo, sí es importante en todo lo que tiene que ver con joyería. Es un bien suntuario. Es para lucirlo y para dar estatus. Datta Phuge, un prestamista indio, estaba obsesionado con este metal. Soñaba con oro y en 2013 se mandó a hacer una camisa con 3 kilogramos de oro convertidos en finos hilos dorados. Hace dos semanas lo mataron a golpes por un lío de plata y ahora su familia -casi toda de origen humilde- se pelea por quién heredará la prenda avaluada en $250 mil dólares.
Por ahí leí que entre las comidas más costosas del mundo hay un helado que sirven en un local en Manhattan y que se llama Frozen Hot Chocolate. Cuesta cerca de 30 mil dólares y entre sus ingredientes (trufas, finos cacaos y un diamante) hay 5 gramos de oro de 23 quilates comestible e insaboro. Una excentricidad que probablemente sirva solo para ser barequeado a la salida de un caño de aguas negras.
Al no tener genes quimbayas, alma de prestamista indio o negocios de traqueto del Norte del Valle, no encuentro atractivo del oro. Por el contrario, sí entiendo y dimensiono la importancia de otra sustancia: el agua. Esta, a diferencia del oro, es vital. Sin ella no podemos vivir. Nuestro cuerpo es 70% agua. Nunca he escuchado que un médico recomiende consumir ocho gramos diarios de oro, pero sí beber ocho vasos de agua al día. Esas naves espaciales, cuyas piezas están recubiertas en oro, están viajando por el espacio con el fin de encontrar planetas donde pueda haber presencia de vida, y el primer indicativo de esto es la presencia de agua.
Manizales, Caldas en general, es rica en fuentes hídricas. De nuestras montañas brota el líquido constantemente, como evidenciamos en la época en que nos quedamos sin agua por un par de meses y muchos corrimos a surtirnos de los chorros y ojos de agua que encontrábamos en las laderas y montes.
Además, es un agua rica y fresca al paladar. Tiene un buen equilibrio entre lo ácido y lo soso. No se siente como esa agua pesada que hay en esas ciudades costeras que probablemente la obtienen tras procesos de desalinización.
Pero como creemos tener mucha de ella, la malgastamos. No la cuidamos. Por eso contaminamos ríos y permitimos que empresas dedicadas a la minería, sobre todo a la búsqueda de oro, acaben con bosques (necesarios para proteger las cuencas hidrográficas) o envenenen afluentes con químicos como el mercurio y el cianuro.
Tolda Fría, esa montaña cercana a nosotros, está en medio de un debate. Por años han extraído oro de sus entrañas, pero ahora hay una gran empresa interesada en explotarla de manera industrializada. Con sus máquinas acabarán con flora, fauna y las quebradas que allí nacen y surten parte de nuestro acueducto. ¡Pero habrá oro! Ese mineral que analistas y expertos en economía global dicen que es una inversión segura.
No lo sé. Michael J. Burry, médico y experto analista e inversionista de la bolsa de valores de Wall Street, fue quien en el 2005 descubrió la burbuja inmobiliaria que finalmente, en 2008, llevó a una crisis económica mundial, con los principales bancos y sus directivos declarándose en bancarrota. Él lo vio, con suficiente tiempo para reaccionar y poner las cosas en orden, pero muy pocos lo escucharon. Quienes lo hicieron salvaron su dinero e incluso se hicieron billonarios.
Hoy está alejado de Wall Street y dedicado a sus "pequeñas inversiones", muchas de ellas enfocadas en un solo bien: el agua.
Aquí, sin embargo, hay quienes prefieren tener el toque del rey Midas. Y ya sabemos cómo les fue.
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