Alejandro Samper


"Valerosa y espantosamente divertida, por el humor negro que corroe como el óxido las ganas inevitables de reírse", fue como el Festival Internacional de Teatro de Bogotá describió a Labio de liebre, la obra escrita por Fabio Rubiano y que es una coproducción del Teatro Petra y el Teatro Colón. Este montaje fue el preámbulo de la edición 38 del Festival Internacional de Teatro de Manizales (FIT), y se vio el pasado miércoles en el Teatro Los Fundadores.
Valerosa, porque se atreve a denunciar y evidenciar lo alcahuetas que fuimos con los paramilitares. Sus horrores y los fantasmas que los/nos rodean. La historia es golpe tras golpe de crudeza, dureza y terror. De no ser por el humor irreverente y constante que aligera el drama, sería insoportablemente dolorosa. Teatro inteligente y que lleva a reflexionar, sobre todo en un momento donde Colombia está próximo a votar si quiere o no la paz con las Farc.
A pesar de ser una obra cuyo contenido es muy fuerte, resulta una bocanada de aire fresco en medio de tantos montajes que en los últimos años han llegado a la ciudad y que sufren de lo que llamo "teatro insolado".
De una década hacia acá, muchas obras que llegan a los festivales de teatro del país están muy influenciadas por el Cirque du Soleil, cuyos montajes con acróbatas, payasos y músicos son aclamados en todo el mundo. Son espectaculares, entretenidos y fáciles de ver. Pero son eso: un circo.
Esa acrobática propuesta infectó al teatro y por un tiempo fue válido y novedoso... pero ya párenla. El año pasado asistimos a la enésima versión del clásico Carmen porque era una de las obras de mayor expectativa en la pasada edición del FIT. Fue decepcionante. Escamillo, el torero volaba por aquí, el cabo Don José hacía pirámides con sus compañeros; Carmen se contorsionaba... Nada que envidiarle a los saltimbanquis que se hacen en los semáforos de Manizales.
Porque ese es otro problema: a la presencia cada vez mayor de malabaristas callejeros (doce, según la Unidad de Protección a la Vida de la Alcaldía de Manizales), por esta época de FIT llegan más "artistas" de todas partes del mundo. Y están ahí, con sus pelotitas, sus clavas, sus serpentinas, sus líneas de poste a poste, su fuego escupido... pidiendo monedas "para apoyar al teatro de la calle, parce", como me dijo uno en la Avenida Kevin Ángel.
¿Teatro? Bien afectado por el sol - y no el Circo del Sol - está este personaje si cree que lo que hace es teatro. Sin desconocer que para arrojar cinco pelotas al aire mientras se está en un monociclo se requiere de mucha coordinación y práctica, pero es un acto inane y desprestigiado por la mendicidad con la que se asocia. Hay gente que disfruta y goza con estos espectáculos de 30 segundos, pero ya lo dijo el dramaturgo alemán Bertolt Brecht: "Si la gente quiere ver solo las cosas que pueden entender, no tendrían que ir al teatro: tendrían que ir al baño".
Este año el FIT trae obras sobre la violencia, la guerra y la reconciliación. Como lo dijo el editorial de LA PATRIA de ayer, es "teatro para la reflexión". Porque ya está bien de acróbatas que caminan entre la ilegalidad y la impunidad, de malabaristas del léxico que interpretan la palabra "paz" como "guerra", y de payasos políticos y sus pantomimas.
Así como Labio de liebre fue dura pero refrescante, el "Sí" en el plebiscito nos presenta un escenario diferente al saturado circo mendigante que hemos visto y vivido en las últimas décadas.
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