Alejandro Samper


Entonces sale el ministro de Interior, Juan Fernando Cristo, a decir que se tomarán medidas para controlar la violencia en los estadios de fútbol del país. Que endurecerá los castigos, que individualizará a los barristas vándalos, que incorporará tecnología de reconocimiento facial y de biometría en estos escenarios y que carnetizará a 250 mil hinchas.
Entonces la Dimayor dice que ya invirtieron $6 mil millones en obras enfocadas a cumplir con estos requerimientos del Gobierno. Y el alcalde de Manizales, Octavio Cardona, asegura que pondrá recursos para apoyar esta iniciativa. Él, el mandatario que dice no tener plata. El que en las entrevistas afirma que "no hay, no hay", como el personaje creado por Héctor Suárez para el programa de humor mexicano ¿Qué nos pasa?
Entonces uno escucha esto y se pregunta, ¿dónde está la bolita?
Si algo hay claro es que no hay intención alguna en acabar con las barras en los estadios, como lo hicieron en Europa. Porque estos grupos son poder político y son un negocio. Para nadie es un secreto que Juan Sebastián Gómez, líder de la barra Holocausto Norte (HN), ha usado a este grupo para escalar políticamente; ya fue concejal, ahora es diputado y que no se nos haga extraño que en un futuro se lance al Congreso.
Por su parte, su subalterno en la barra, John Jairo 'el Loco' Vásquez, ha sacado jugosos dividendos del apoyo que recibió de la alcaldía anterior la Fundación Voces de Aliento (como lo denuncié en 2014 en la columna titulada Mal aliento (http://bit.ly/1T3Ybk1)). Además de lo que les cobran a los parches por colgar sus trapos en el estadio. Ellos dicen que es una contribución, algunos disidentes de HN lo llaman "vacuna".
Tener carnetizado a HN y a las barras de las principales ciudades del país (las que se acogieron al primer llamado del Gobierno) es llevar una especie de censo electoral. Y viniendo del ministro Cristo, que está abonando el terreno para una posible campaña presidencial, me suena a que quiere tener a estos aficionados entre el bolsillo. Además, a alguien tienen que darle el contrato de los carnés, de las cámaras, de los equipos biométricos.
Los anuncios hechos esta semana para controlar a las barras bravas están llenos de vacíos e imprecisiones. De dónde sale la cifra de 250 mil hinchas, por ejemplo. Tampoco se ponen de acuerdo el Ministro y la Dimayor en establecer a quienes van a carnetizar: uno dice que solo las barras, el otro que es todo el que vaya al estadio. O sea, un turista que quiera ver un partido después del 1º de septiembre ¿debe carnetizarse?
Esta medida, obviamente, tendrá un costo que muy probablemente asumirá el aficionado. Lo que espantará a más de uno que va de manera esporádica el estadio.
La solución de este lío de las barras en los estadios, y lo han planteado expertos en este tema, está en el divorcio total de los clubes con estos grupos. No darles tribunas especiales. No regalarles boletas. No darles taquillas (¿quién administra la que hay a un costado del Coliseo Mayor? ¿Acaso no es HN?) No permitir que se organicen los parches dentro del escenario y olvidarse de la alcahuetería de que ellos "se autorregulan". Prohibir la entrada a los líderes negativos (sí, Loco, personajes como usted que tienen líos judiciales por pegarle a los policías). Y en hacer cumplir las leyes que desde el 2009 están durmiendo el sueño de los justos. No es necesario inventarse más.
Lo anunciado por el Ministro esta semana no es más que un acto de politiquería. La carnetización, como la propone, equivale a sacar una nueva cédula. Y la Dimayor ladra duro pero no muerde. Mientras tanto, seguiremos viendo cómo unos personajes - con la excusa de que les gusta el fútbol - vandalizan, roban y matan por los colores de un equipo. Por un trapo. Y para vergüenza nuestra, arman desórdenes en otros países.
Entonces, antes de comprometer dineros públicos y demás cosas políticas, debería existir un compromiso de los clubes de tomar distancia de las barras bravas. Vetándolas, es invitar a las familias al estadio. Y si quieren que la gente acuda a los partidos, pues hay que invertir en el fútbol y hacer de esta actividad un espectáculo. No la miseria y los escándalos a los que nos están acostumbrando algunos directivos y técnicos.
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