Alejandro Samper


"Te hablaron mal de mí y les creíste,/
te hablaron mal, y sí, quizás perdiste/
la oportunidad de conocerme,/
la posibilidad quizá, de sorprenderte".
Lo ocurrido esta semana con el plebiscito y el triunfo del No me recordó esos versos de la canción La Bach-Chata (Habladurías)*, del genial Kevin Johansen. Muchos de esos 6 millones 431 mil 376 de colombianos se dejaron llenar la cabeza de mensajes erróneos y le negaron al país la posibilidad de poner fin a 52 años de conflicto armado entre el Gobierno Nacional y la guerrilla de las Farc.
La prueba de semejante cosa la dio Juan Carlos Vélez Uribe, exgerente de la campaña por el No en el plebiscito. En entrevista con el diario La República dijo que el mensaje del Centro Democrático - contrario al de la campaña del Sí que se basó "en la esperanza de un nuevo país" - era la indignación. "Estábamos buscando que la gente saliera a votar berraca", aseguró este politicucho embustero y atizador de rencores.
Sus palabras me recordaron al texto introductorio de ese tema del argentino Johansen, y que lee Marcos Mundstock (sí, el de Les Luthiers): "Según los autores clásicos, la maledicencia es la 'Ciencia de la Maldad' (…) Además, los filósofos pícaros en contra de los estoicos, la llaman 'mala decencia'. Ellos pretenden inculcarnos que la decencia es mala".
Y agrega: "Debemos resignarnos y aceptar la maledicencia. Hay algunos que no pueden vivir sin calumniar. La calumnia los sostiene, los estructura; es su 'calumnia vertebral'".
Sí. El Acuerdo Final era un documento "imperfecto", pero Colombia se merecía esa oportunidad de andar por un camino inexplorado y sin guerra. Era tan positivo que ayer el Comité de los Premios Nobel le otorgó el Nobel de Paz al presidente Juan Manuel Santos, porque "a pesar de las grandes dificultades y los abusos, no ha perdido la esperanza en una paz justa". Por eso propongo que el próximo año en los Ig Nobel (la parodia de los premios noruegos) le den el de la paz a Vélez Uribe.
"Te hablaron mal de mí y vos entraste,
te hablaron mal, y sí, quizás compraste.
Quizás te faltó un poco de sabiduría,
y le diste lugar (a-a-a-a) a las habladurías".
A la incertidumbre de las primeras horas del plebiscito derrotado la reemplazó el miedo. Uno que se nos trepó pierna arriba el lunes, cuando nos dimos cuenta de que ni el Gobierno ni los ganadores tenían un plan. Unos por confiados, los otros porque jamás pensaron que su sabotaje tendría efecto. Y ante ese panorama tan incierto les tocó sentarse a hablar. Pero ya el daño estaba hecho.
Los 575 millones de euros que la Unión Europea (UE) entregaría para el posconflicto y la construcción de una Colombia en paz ya no llegarán gracias al No. Una plata que serviría para infraestructura, desminado, desarrollo local sostenible, protección de reservas forestales, telecomunicaciones, entre otras cosas, según dijo a comienzos de este año la Alta Representante de la UE, Federica Mogherini.
Ojalá con el Nobel algo cambie, pero tras la reunión en la Casa de Nariño del miércoles quedó claro que lo que allí se buscó no fue ajustar el Acuerdo Final sino preparar la campaña de los presidenciables del Centro Democrático: Carlos Holmes Trujillo, Alejandro Ordóñez e Iván Duque. El momento de grandeza quedó reducido a las sumas y restas del poder electoral. Y cuando se les pregunta si asumirán su responsabilidad cuando el conflicto se recrudezca, son pusilánimes. Iguales a Boris Johnson una vez triunfó el Brexit que tanto promovió y que hoy tiene a la Gran Bretaña fuera de la UE.
"En vez de facilidad de palabra tienen dificultad de palabra.
O tienen problemas de dicción.
Por ejemplo, quieren decir “introspección autocrítica”
y les sale “yo no fui”".
Pero la mezquindad en esta situación es de parte y parte. El vicepresidente Germán Vargas Lleras y su partido aprovecharon este plebiscito para sacar cuentas y medir su poder electoral. “En todos los departamentos en los cuales Cambio Radical ejerce mayorías ganó el Sí”, dijo. Y el director de este movimiento, el congresista Rodrigo Lara, comenzó a pedir las cabezas de algunos ministros y exigir que los incluyan "en el pacto que permita salvar lo acordado con las Farc". Qué bajeza.
Nos caiga mal o no, el reconocimiento a Juan Manuel Santos llega como un bálsamo en estos momentos. Da una espera a la impaciencia de la guerrilla, del Ejército, de la gente. Porque en este momento hay alguien con el dedo en el gatillo. La paz puede dar reconocimiento internacional, pero el miedo gana presidencias mucho más fácil que la esperanza.
Al triunfo del No solo le he encontrado una cosa positiva: que el Nobel no lo tuvo que compartir Santos con Timochenko.
*La Bach-Chata (Habladurías), del disco Mis Américas Vol. ½, de Kevin Johansen + The Nada.
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