Cristóbal Trujillo Ramírez


Arranca un nuevo debate electoral y nuevamente la educación es presentada como derecho prioritario y factor de promoción, desarrollo y equidad, pero además estrategia efectiva para combatir la pobreza y la desigualdad social; ya empezamos a escuchar los postulados de los aspirantes en cuanto a su compromiso y decisión por hacer de la ciudad y del departamento los pioneros en calidad educativa del país y en garantía absoluta del derecho a la educación. En todos los casos por lo menos en Manizales y Caldas, los compromisos de campaña de los candidatos en materia educativa han sido superlativamente mayores a las realizaciones de gobierno; en tal sentido me surgen algunas inquietudes que comparto en esta ocasión y que espero llamen la atención de los dolientes de las escuelas en esta región:
- ¿Conocen los candidatos las leyes que regulan el sistema educativo en Colombia y saben de sus posibilidades y obstáculos?
- ¿Saben con claridad quienes aspiran a gerenciar los destinos de la ciudad y del departamento las competencias que en materia de autonomía administrativa y financiera tienen los entes territoriales?
- ¿Presupuestan con responsabilidad los futuros gobernantes el costo de sus planes estratégicos en materia educativa?
Considero respetuosamente que el desconocimiento frente a estos tópicos señalados, entre otros, ha hecho que los discursos de las campañas sean efímeras y utópicas promesas que distan demasiado de su viabilidad legal y financiera y es por ello que se convirtió en asunto cíclico el que la educación sea la reina de las campañas y en las desvencijada de los gobiernos.
Desde esta tribuna llamo la atención a todos los candidatos a la Alcaldía de Manizales y a la Gobernación de Caldas, para que de una manera cuidadosa, con responsabilidad y respeto, estructuren sus planes para el sector educativo con sujeción absoluta a unos tópicos mínimos como los esbozados anteriormente. Basta ya de sueños e ilusiones, basta de falsas promesas: hagamos un pacto por la sensatez y difundamos en el debate público solo aquello que es alcanzable y de lo cual puedo rendir cuentas.
Así mismo convoco a la sociedad civil a acompañar iniciativas que transformen la escuela, realidades que permeen las aulas de clase, iniciativas que mejoren la calidad de vida de los maestros, proyectos que respondan ciertamente a las carencias de los niños, cruzadas que ambienten y recreen los espacios físicos de la escuela; de otra manera estos movimientos carecen de sentido y se desnaturalizan, sencillamente porque el derecho a la calidad de la educación no se materializa en recinto distinto que no sea los naturales espacios de la escuela y es allí precisamente en donde tiene que sentirse el impacto de las acciones colectivas que propendan por mejorar condiciones de aprendizaje; lo otro no es más que estudios, planes y documentos que justificarán tiempos de trabajo y producciones académicas, que terminan siendo estériles intentos y que no constituyen noticia para la escuela, pero que en cambio sí, fomentan la desesperanza colectiva, al vivir la angustia del todo sigue igual.
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