Cristóbal Trujillo Ramírez


Deseo continuar con las reflexiones que planteé en mi columna anterior y que hacen referencia a los trascendentales cambios que se incluyeron en la política educativa en Colombia y que fueron consagrados en la Ley 715 de 2001. Por estos días todas las instituciones educativas del país están incorporando nuevos docentes y directivos, que han sido incluidos en la planta de personal fruto de sus méritos, en un concurso que duró tres años. Este exagerado lapso de tiempo da buena cuenta de la ineficacia e improductividad de un proceso que presenta serios inconvenientes en su funcionalidad, pues ni una campaña para la presidencia de la república, dura lo que dura un concurso docente. Pero además, quienes lideramos los procesos pedagógicos en las escuelas, conocemos las grandes deficiencias que a nivel pedagógico, personal y académico, presentan muchos de aquellos que han ocupado lugares de privilegio en un proceso meritocrático.
Algo irregular está pasando con los procedimientos adoptados. No puede ser efectivo un mecanismo que permita el acceso de muchos que carecen del perfil docente que requiere la escuela, pero que además elimine a tantos y tantos que en condición de provisionalidad han demostrado en la práctica, en el escenario natural del aula de clases y por un lapso importante de tiempo, que poseen los méritos disciplinares, pedagógicos y personales para asumir la noble misión de formar los hijos de la patria.
Más de 230 maestros en Manizales engruesan por estos días las filas del desempleo, algo así como 250 en Caldas y en Colombia unos 26.000; seguro estoy que un 90% de ellos con excelsos desempeños en la práctica pedagógica; se sometieron a los requerimientos del concurso y los eliminó la prueba escrita; ¿no es esto sintomático de un equivocado y perverso sistema de selección?
Algo o mucho está fallando en el instrumento; cuanto mal le hacemos a la escuela y a los niños, a quienes luego de transcurridos 4 meses del año lectivo les privamos de una buena maestra simplemente porque no pasó un examen que no mide lo que ella requiere saber para atender con idoneidad los requerimientos de sus estudiantes; porque, de paso, ni siquiera programamos el concurso para que este personal sea incorporado al inicio del año lectivo.
¿Qué sería lo mínimo de esperar si estamos pensando en impedir la afectación negativa de los estudiantes? ¿Cómo explicarle al niño y al padre de familia algo tan inverosímil y paradójico como que su gran maestra ha sido relevada del cargo porque no tiene los méritos requeridos por el Ministerio de Educación para ejercer la docencia, cuando son ellos quienes de primera mano se han beneficiado de sus incuestionables condiciones y han sido testigos de su idoneidad profesional y su mística como docente? Reitero algo: mucho está fallando en un instrumento que se aleja del escenario natural de la educación que es el aula, que es la clase misma. Las condiciones de un buen torero se examinan en el ruedo, de frente al toro donde expone sus condiciones y competencias artísticas, es en traje de luces como el matador devela el potencial de atributos que le merecen reconocimiento y ovación. Desafortunadamente en el sistema educativo no sucede esto, es como si estuviéramos calificando las condiciones de un diestro de la tauromaquia mediante un examen escrito, que aparte de estar desarticulado temáticamente, está descontextualizado de su entorno natural.
Este es un ejemplo de lo que sucede con la política pública en Colombia, parece que se diseñara para otro país. En las aulas de clase sentimos que la política va por un lado y las necesidades institucionales por otro. Los esfuerzos presupuestales que hoy hace el gobierno en materia educativa no dan respuesta de manera prioritaria a los requerimientos de los niños y de sus maestros.
Por ahora mi gratitud y reconocimiento para todos aquellos docentes que estuvieron vinculados al sistema educativo durante varios años en condición de provisionales y que se entregaron con pasión a esta noble causa. Ustedes, en su inmensa mayoría, superaron con calificación meritoria el gran examen de un maestro, ese que se presenta ante los estudiantes, ese que se presenta en el aula de clases, ese que califica la comunidad educativa y que examina la condición vocacional. Desafortunadamente no superaron un examen que con inspiración tecnocrática intenta evaluar otras dimensiones que poco o nada le interesan a la escuela, ni mucho menos a sus estudiantes.
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