Cristóbal Trujillo Ramírez


El próximo 5 y 6 de mayo, el país educativo se apresta a presentar las pruebas internacionales Pisa. Esta es una evaluación externa liderada por la OCDE, que pretende medir la calidad de la educación en diversos países del mundo. En las pocas oportunidades que Colombia las ha presentado, ha salido muy mal librada en el ranking que la misma organización hace de los sistemas educativos del mundo; este año la prueba referida será presentada por aquellos estudiantes que tengan 15 años de edad y se encuentren activos en el sistema escolar. Indagarán por contenidos en matemáticas, lengua castellana y ciencias. Por ello el gobierno nacional está convocando a una gran cruzada social de todos los actores del sistema educativo para que asumamos esta tarea como misión patria en bien del país y salgamos muy bien librados de esta expedición, que busca asemejar a una delegación de juegos olímpicos o a la misión que conquistó la gloria al llegar a la cima del Everest.
En este sentido se ha programado una intensa campaña a través de los medios de comunicación, plataformas de acompañamiento y asistencia para docentes y estudiantes, un plan de acompañamiento a las instituciones educativas y a las secretarías de educación, kits de dotación a las instituciones y a los estudiantes que presentarán las pruebas, y un paquete de estímulos para estudiantes, docentes y rectores, entre otros, hacen parte de las estrategias de alistamiento que el Ministerio de Educación ha implementado para atender este propósito nacional.
En atención a estos planes y proyectos del gobierno nacional, dejo una constancia que me parece relevante: estoy de acuerdo con la medición y con la evaluación, lo que no se mide no mejora. Estoy de acuerdo con compararnos con los mejores, acepto que las evaluaciones externas y estandarizadas son un indicador más de la calidad de la educación y así mismo estoy de acuerdo con que el país debe asumir estas tareas con responsabilidad y con entusiasmo. No obstante me preocupa que el país cifre su interés y su énfasis en optimizar los resultados y no sus aprendizajes, cuando el contar con procesos de aprendizaje modernos y significantes, nos debería garantizar más y mejores resultados. Considero que en nuestro país esto no está pasando, queremos alcanzar resultados que nos posicionen mejor en el mundo y que nos otorguen garantías internacionales sin que sean la consecuencia lógica de unos procesos académicos, o mejor aún sin que reflejen fielmente el estado de los aprendizajes en las escuelas de Colombia.
Todo pasa seguramente por la intención del señor Presidente de la República de hacer de nuestro país la nación más educada de América Latina en el 2025, noble propósito que compartimos, pero que consideramos debe gestarse en las aulas, en las escuelas, en las calles, en los hogares, y no en las desesperadas estadísticas, porque si solo hacemos énfasis en ello, a lo mejor lograremos ser el país con mejores resultados en el 2015, mas no necesariamente el más educado y mucho menos el de mejores aprendizajes.
La ministra de Educación de Finlandia, país que se posiciona en los primeros lugares en los rankings de la OCDE, afirmaba: "Nosotros no trabajamos para Pisa, nosotros nos esforzamos por la calidad de la educación y porque nuestros niños y niñas aprendan, los resultados serán una consecuencia de lo bien o de lo mal que estamos haciendo las cosas…..". Similar referencia hacía el ministro de Educación de Singapur, país que al igual que Finlandia históricamente se ubican en lugares de vanguardia en las referidas pruebas.
No hay duda, en las escuelas de Colombia hay asuntos urgentes para intervenir si realmente tenemos el propósito nacional de mejorar los aprendizajes: la nutrición, la infraestructura, las condiciones de acceso, la deserción escolar, la dotación y el equipamiento, la vinculación del personal docente y directivo, y ni qué decir de los modelos pedagógicos, la didáctica y el currículo, por mencionar los más robustos. Qué saludable sería para las escuelas de Colombia y para el sistema educativo nacional que con la misma disposición; con igual voluntad política y similar urgencia, se intervinieran esos factores que afectan de manera estructural los aprendizajes de los niños, las niñas y la juventud de nuestra patria.
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