Pbro. Rubén Darío García


Isaías 40, 1-5. 9-11; Salmo 84; 2Pedro 3,8-14; Marcos 1, 1-8
Cómo es el amor de Dios Padre por ti, que de nuevo viene con su Palabra para iluminarte y darte vida. Viene Él directamente a ‘consolarte’ ofreciéndote la certeza de tu liberación. Vienes en estos días con un fatigante peso sobre tus espaldas: esta enfermedad que por años te ha limitado y cambiado tus proyectos; una depresión profunda causada por la imposibilidad de haber logrado tus propósitos de inicio del año 2014; una humillación que has recibido porque tu hijo no ha pasado a la universidad; debes cambiar de casa y no ha sido posible encontrar la adecuada; los ingresos han disminuido y tus empleados corren el riesgo de no tener más trabajo; perdiste tu trabajo; tu papá o tu mamá han fallecido. Y así, podríamos enumerar múltiples situaciones en las que, de alguna manera, tu tendrías algún vínculo en ellas.
Desde el seno de esta tiniebla y desolación, hoy la Palabra emerge como esplendorosa luz: “Consolad, consolad a mi pueblo”. Viene esta voz al corazón de tu vida como un grito: “De la mano del Señor has recibido doble paga por tus pecados”; ya la deuda ha sido cancelada, ya no te mueres, ¡nada puede derribar tu vida!... si amas a Dios…
La palabra ‘evangelio’ no significa libro que contiene la predicación y los hechos de Jesús. Este significado aparece la primera vez en el año 150 en San Justino, mártir. Esta palabra se usaba para indicar la noticia de una victoria. Cuando dos pueblos se enfrentaban en guerra, los hombres eran despedidos por sus mujeres e hijos en medio de lágrimas, porque era inminente la posibilidad de no volverlos a encontrar.
Si el pueblo perdiera la batalla, el otro pueblo vencedor, adquiría derecho sobre los bienes, las mujeres y los niños del ‘vencido’. Es por esto por lo que el pueblo quedaba en espera de la ‘buena noticia’ cuyo contenido era: “hemos vencido”, hemos sido liberados de las cadenas y de la muerte, ya podemos vivir, no tengamos miedo.
Al vencer, un ‘muchacho’, tenía la tarea de correr inmediatamente con todas sus fuerzas, sin descanso, sin límites para dar la ‘grande noticia tan esperada’. Las mujeres centinelas, cuando veían correr al muchacho, tocaban la trompeta, las puertas se abrían y el joven, entrando al pueblo y de pie en medio de la plaza gritaba: ‘hemos vencido’ e inmediatamente caía muerto. Ha dado la vida por este anuncio gozoso que devolvía la felicidad al pueblo que pasaba tantos días en tiniebla y en sombras de muerte. Este muchacho recibía el nombre de ‘evangelio’.
Aquí entendemos el título de nuestra Palabra hoy: “Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”. Él, el mismo Cristo, es la buena noticia para ti; Él ha dado la vida para que tú hoy no te mueras, porque ha cargado sobre sí todo aquello que a ti no te ha dejado ser feliz: tus pecados, tu ruptura de amor con el Amor. El bautismo te ha liberado de la muerte, por la fe obtienes la vida eterna, es decir, la posibilidad de vivir feliz durante todos los días de tu existencia sobre la tierra. Este es el grande consuelo y la grande alegría: dios te ama, ya no te mueres, porque Cristo ha nacido en pobre pesebre asumiendo nuestra carne y ha dado la vida por ti para que fueras libre de este fatigoso peso que has traído sobre tu vida. Levántate, ha llegado tu liberación: viene la Navidad.
Miembro del Equipo de Formadores en el
Seminario Mayor de Manizales
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015