LA PATRIA | MANIZALES

Hay momentos en nuestra vida que pueden ser catalogados como áridos, infecundos. Nos preguntamos ¿por qué? intentamos dar tantas respuestas y buscamos falsas soluciones. Bregamos por todos lados, con nuestras propias fuerzas y terminamos poniendo nuestra confianza en personas, en el azar, en acciones que podrían catalogarse de “supersticiosas” o mágicas.

En el Evangelio hay un detalle importante. Jesús le dice a Simón: “Rema mar adentro y echad las redes para pescar”. La respuesta de Simón requiere nuestra atención: “Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos conseguido nada”. Observemos que el apóstol dice: nosotros hemos bregado solos, sin fruto. Lo interesante es lo que sigue en la expresión de Simón: “Pero, por tu Palabra echaré las redes”.

Un hombre como Simón, experto en lo que hace, somete su conocimiento a la “sabiduría” del Maestro. En su interior, a lo mejor, vendría el pensamiento: “Pero ¿quién es este que pretende enseñarme a mí el arte de pescar?, ¡yo sé lo que debo hacer! Sin embargo, esta obediencia a la Palabra trae una consecuencia impresionante: “Hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red”.

La fecundidad de nuestras acciones depende de nuestra obediencia a la Palabra del Señor. Sólo ella da sentido a todos nuestros esfuerzos. Trabajar con la confianza puesta en el Señor, da paz y alegría, pues los resultados ya no dependen de nuestras propias fuerzas, sino de nuestra confianza en quien tiene el poder para dar lo que nos conviene. Saber aceptar el fruto, implica la humildad para reconocer que el Señor tiene el plan de la felicidad para nuestra vida.

De noche y de día, el Señor nos cuida y nos protege. Pensemos en la situación de Colombia con los diálogos de paz; la preocupación con el agua y la sequedad de los ríos; el virus del Zika y los embarazos en muchas madres. Necesitamos llenarnos de la fuerza que tiene la Palabra del Señor en este día. ¡Ánimo!

Miembro del Equipo de Formadores en el

Seminario Mayor de Manizales