Rubén Darío García, Pbro.

LA PATRIA | MANIZALES

Si sacas un tiempo para pensar en tu historia, acción que sería muy conveniente ya que la prisa y las preocupaciones de lo cotidiano no te dan ese tiempo, te darías cuenta que existen situaciones vividas, de las cuales no quisieras acordarte por el sufrimiento que ellas ocasionaron y, por lo mismo, salen de tu boca expresiones como: “si yo volviera a nacer, nunca realizaría esto de nuevo”. Pues bien, en el fondo de tu reflexión existe el deseo inexorable de experimentar una ‘nueva creación de tu ser para poder alcanzar la plenitud de la felicidad’.

El tiempo que hemos comenzado con la imposición de la ceniza el pasado miércoles, tiene esta finalidad: “dejar que se geste en ti una nueva creación de tu ser”. Para tal efecto, la Palabra de Dios te muestra unos acontecimientos que te ayudan a descubrir el para qué de tu historia, el sentido verdadero de tu existencia. Te entrega la Biblia el relato del diluvio universal (Cfr. Gn 6,5ss) y las tentaciones de Jesús —nuevo Adán—en el desierto, en medio de animales salvajes, que ya te dan la idea del primer hombre, Adán, al inicio de la creación y de las mismas tentaciones que vives tú cotidianamente: el poder, el tener y el placer.

Miras a tu alrededor y tu observación coincide con la misma del autor bíblico: “La maldad del hombre avasalla la tierra y las maquinaciones de la mente humana son todas para el mal” (Gn 6,5); “la tierra aparece corrompida en la presencia de Dios: la tierra se ha llenado de violencias” (Cfr. Gn 6,11). Tu fuerte y sorpresivo impacto llega cuando lees algo que resulta a tu mente incomprensible: “Le pesó al Padre Dios haber creado al ser humano en la tierra, y se indignó en su corazón” (Gn 6,6); por tanto decidió: “Voy a exterminar de la faz del suelo al hombre que he creado —desde el hombre hasta los ganados, los reptiles y hasta las aves del cielo— porque me pesa haberlos hecho” (Gn 6,7).

Sin embargo, seguramente sientes algo de esperanza cuando la Palabra te dice que ‘un solo hombre’ halló gracia ante los ojos del Señor: “Noé”. Y te llenas de alegría cuando recibes un anuncio gozoso: ¡ordenó construir un ‘arca’ para que siete parejas de cada especie se salvaran del agua destructora del diluvio! Llama la atención que Noé entró en el arca con sus hijos: Sem, Cam y Jafet, su mujer y las tres mujeres de sus hijos (Cfr. Gn 7,7). Si sumas bien, no son siete, son ocho: siete + uno.

Es aquí donde te llenas de alegría, ¿por qué?: porque Noé en el A.T., guarda ya la imagen de Jesús en el N.T. El arca, es la imagen de la ‘Iglesia’ en la cual entran ‘todos’ para salvarse de ‘la muerte’ por medio del ‘agua nueva’, la que sale del costado de Cristo en la cruz, es decir, por el ¡bautismo! Descubres que Dios Padre, tiene una misericordia infinita y por uno solo que ve justo, “Noé”, se arrepiente de castigar a la humanidad y, a través de él y su familia, restablece su relación de amor y promete jamás destruir al ser humano y defender siempre su vida: el arco iris te hace presente esta Alianza: Siete+uno, siete + Noé, siete+Jesús.

Los cuarenta días y cuarenta noches de lluvia, cesan con la llegada de la paloma y el olivo. Haces presente en tu mente, el bautismo del Señor Jesús, que al salir del ‘agua’ desciende sobre Él el Espíritu Santo en forma de Paloma con la voz potente del Padre: “Éste es mi hijo muy amado”. Cuarenta te dice ‘cuaresma’ y en la vigilia pascual del Sábado Santo en la noche, renovarás las promesas bautismales. El Amor del Padre hará “Pascua contigo”. Te hará salir de la ‘muerte’ en la que estás viviendo a causa de tus pecados y, por Jesucristo, te resucitará en la fuente bautismal para que vivas en vida eterna todos los días de tu existencia. ¡Ésta es la nueva creación de tu ser! Aleluya.

Miembro del Equipo de Formadores en el

Seminario Mayor de Manizales