Pbro. Rubén Darío García


LA PATRIA | MANIZALES
Hechos 1, 1-11; Salmo 46; Efesios 1, 17-23; Marcos 16,15-20
Hoy se celebra la Ascensión del Señor. Es el momento en que después de dar las instrucciones a sus discípulos: “lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista”. Es muy interesante en la escena que nos presenta el libro de los Hechos el acontecimiento que narra a continuación: «Mientras miraban fijos al cielo, viéndole irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto marcharse”».
Esta palabra “volverá” ya te indica algo maravilloso: la Parusía. Esto significa la segunda venida de Cristo. La primera venida la hemos contemplado en la Natividad, es decir, la encarnación de Dios, Él que asume el cuerpo para redimirlo y devolver el sentido a la vida del ser humano. Cargó sobre sí nuestras culpas para liberarnos y en sus llagas hemos sido curados. Podemos hablar de la venida que está aconteciendo hoy. Cuando celebramos la Eucaristía, Jesucristo se hace presente para que ‘hoy’ tú y yo no nos muramos, es decir, vivamos ‘hoy’ vida eterna. La siguiente venida es la Parusía, cuando ‘vuelva’ el Señor y nos haga examen: Venid benditos de mi padre, porque tuve hambre y me disteis de comer… (ver Mt 25,31). Pero esta grande noticia viene realizada por la promesa del Espíritu Santo: “dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo”. Lo esperamos en Pentecostés; aquel momento en que las lenguas, que una vez se confundieron en la torre de babel, ahora se unen en un solo Espíritu, aquel que es Señor y dador de vida. El Espíritu dentro de nosotros produce sus frutos: “Amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio de si” (Gal 5,22). Tener el Espíritu dentro es tener todos estos regalos fruto del Amor que se ha entregado por ti y por mí en la Cruz.
La Parusía completa el grande regalo de Dios: “Hasta que Cristo sea todo en todos” (1 Cor 15,28). Entonces se producirá el Reino de Dios, el cual viene desde ya si tú lo quieres. “Entonces se abrirán los ojos del ciego, las orejas de los sordos se destaparán, entonces saltará el cojo como ciervo, la lengua del mudo gritará de júbilo. Manarán aguas en el desierto, y correrán torrentes por la estepa” (Is 35,5). ¿Tú quieres esto? Espero que sí, puede ser que llegue ya la parusía, que deseemos “el ya, pero todavía no”; que se cumpla ya. Así podríamos hacer que se cumpla Apocalipsis 21,4: “Enjugará las lágrimas de sus ojos, y no habrá ya muerte ni llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo habrá pasado”.
Miembro del Equipo de Formadores en el
Seminario Mayor de Manizales
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