Pbro. Rubén Darío García


Sofonías 3,14-18; Salmo 12; Filipenses 4, 4-7; Lucas 3, 10-18
Alégrate al escuchar esta Palabra hoy domingo. El tema es de esperanza y gozo inenarrable. Es una palabra consoladora y llena de júbilo. Históricamente lo que produce tanta exultación para el pueblo es la destrucción de los enemigos y su ruina a causa de la presencia del Señor en medio a su pueblo. En consecuencia los exiliados pueden regresar y formar un pueblo de fama y renombre. El pequeño Israel, viene ahora enaltecido por Dios mismo, pues Él “ha anulado la sentencia que pesaba sobre ti; este resto de Israel se ha vuelto sencillo y humilde, que aprendió a buscar su refugio en el nombre del Señor; no comerá más iniquidad, ni dirá más mentiras, ni hablará con falsedad. Los habitantes de este pueblo se alimentarán y reposarán sin que nadie los inquiete”.
Tú como miembro de este pequeño Israel que es hoy la Iglesia, sientes un gozo indecible porque es lo que está pasando contigo. Jesucristo ha vencido la muerte y ha peleado por ti, Él ha derrotado a tus enemigos: “La soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza”. Es por esto por lo que, desde el bautismo, ya tienes la posibilidad de vencer tu orgullo, tu prepotencia y transformarte en una persona sencilla y humilde. Quien aprende a despojarse, si tiene dos túnicas, da una al que no tiene y el que tiene comida comparte con el que le falta. Los legisladores, a causa de este encuentro personal con Jesús, aprenden a no exigir más allá de lo establecido y todos los que lleguen a escuchar estas Palabras del Evangelio no extorsionarán ni denunciarán falsamente, además aprenderán a contentarse con su paga y a no ambicionar sin necesidad.
Si te detienes en estas imágenes, te das cuenta que debes estar muy alegre porque llegarás a conocer el verdadero camino de la felicidad. Aquel que es contrario a la mentalidad de un mundo que “personifica las cosas y cosifica las personas”; que tiene como primacía la búsqueda de intereses personales y no está dispuesto a morir por el otro; que juega doble cuando conviene y se coloca del lado que más provecho pueda sacar aunque sea con falsedad. Nacer Jesús en el seno de nuestros hogares y de nuestros corazones es permitir que esta nueva manera de vivir impregne todos los ambientes. Se trata de instaurar el Reino de Dios que es justicia, paz, libertad y verdad. Vivir este Reino produce mucha alegría, así es que la carta a los filipenses estimula al creyente a estar alegres en el Señor: “Que el mundo los conozca por su bondad, el Señor está cerca, que nada los angustie; al contrario, en toda situación presenten sus deseos a Dios orando, suplicando y dando gracias. Y entonces: “La paz de Dios, que supera cualquier razonamiento, protegerá sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús”.
Tu corazón se llena de gozo y esperanza porque Dios mismo enjugará las lágrimas de tus ojos; ya no hay peso insoportable, toda enfermedad y dolencia encuentra su sentido verdadero y toda “pérdida” será camino de una abundante “ganancia”. Es por esto por lo que “Gaudete”, es decir, ¡alégrate!, te dice no tengas miedo, no dejes que tu alma naufrague en la tormenta; antes bien, levántate, resucita de tu muerte, el Señor irrumpe las tinieblas con su amor naciendo en un pesebre y así, el “pueblo que habitaba en sombras de muerte, ha visto la grande Luz”.
* Miembro del Equipo de Formadores en el Seminario Mayor de Manizales.
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