Pbro. Rubén Darío García


LA PATRIA | MANIZALES
Nos acercamos a celebrar el más grande acontecimiento de la historia: El nacimiento del Hijo de Dios entre nosotros. El tiempo de Adviento nos ha preparado y nos ha dispuesto a gozar en plenitud y a comprender la revelación de los secretos que Dios tiene para nuestra felicidad. Aprender a vivir exige conocer el proyecto original de nuestro creador sobre nuestro ser, porque de lo contrario nos perdemos y corremos el doloroso riesgo de desaprovechar los años de existencia buscando tal felicidad donde nunca puede encontrarse.
Uno de estos secretos es la humildad y la pobreza. Belén será la escogida para albergar en su seno al más grande, al Dios-Hombre, que nace en un pesebre, pobre y humilde, para enriquecernos con su pobreza.
La carta a los hebreos nos hace un descubrimiento impresionante desvelando e interpretando los hechos previos al magno acontecimiento: “Al entrar en este mundo, dice Cristo: No has querido sacrificio ni ofrenda, pero me has formado un cuerpo”.
El nacimiento de Jesús ya mira hacia el acontecimiento liberador pleno realizado en la cruz; en ella se cumple la redención, por ella quedamos libres de la esclavitud del pecado que no nos deja ser felices.
Este es entonces el otro secreto revelado por la Palabra y que incluye el anterior. Si descubres cuál es tu cruz y la cargas día a día, podrás ver el verdadero sentido de todas las circunstancias de tu vida, entonces tus ojos se abrirán; detrás de la cruz está la vida, la resurrección; vivir la cruz es llegar a ser humilde y pobre porque siempre que ella cubre nuestra vida, hace descender la soberbia y nos enseña a confiar y a comprender la voluntad de Dios.
Por tanto, celebrar la Navidad tiene un significado muy profundo. Es celebrar la victoria sobre la muerte, es aceptar que podemos ser hombres y mujeres nuevos; que las relaciones en el hogar pueden resucitar; que adquiere un nuevo sentido el trabajo; que la defensa de la vida se vuelve un verdadero compromiso; que la paz es posible porque toma vida la justicia; que podemos amar al enemigo y hacer el bien a quien nos hace el mal; que es posible amar donde el mundo no ama y que por ella, por la Navidad, llegamos a reconocer que cuando los sucesos en nuestra existencia no dependen de nosotros, ellos son la cita que el Señor pone para encontrarse con nosotros. Feliz Navidad.
Miembro del Equipo de Formadores en el
Seminario Mayor de Manizales
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