Pbro. Rubén Darío García


LA PATRIA | MANIZALES
Si padeces una enfermedad, necesitas un médico que te diga lo que debes hacer para aliviarte; pero si no hay quién te diga el nombre de este médico y dónde se encuentra, lo más seguro es que corras el riesgo de seguir con esta enfermedad hasta perder la vida.
Tu familia puede estar enferma. Se ha perdido el respeto, la alegría, la comunión, la confianza. Tenemos hoy ‘hijos tiranos y padres obedientes’; divorcios en aumento; hijos que crecen solos, cuando los padres han caído en la tentación del ‘producir’ para tener cosas, perdiendo la oportunidad del afecto y el compartir.
Nuestro país también experimenta grave enfermedad: creciente desempleo para los jóvenes; crisis en el sistema de salud; violencia generalizada; ilimitada corrupción; inquietantes y a veces desesperanzadores diálogos en busca de la paz; atentado frontal contra la vida: se eleva el número de abortos; se abre ya la puerta a la eutanasia, con el primer acto legalizado…
¿Qué nombre podría recibir esta realidad que daña y destruye desde dentro? Creo podértelo anunciar: “No conocemos el Amor de Dios en Cristo Jesús”. Por ausencia de este ‘conocimiento’, hemos perdido el sentido de la vida y ‘otros dioses’ han venido a reinar en nuestra existencia
La felicidad=Vida eterna, consiste en el acto de ‘conocer’. A Jesucristo es imposible conocerle y no amarle, amarle y no seguirle. Es por esto por lo que el Padre Dios le ha dado la orden: “ve y profetiza a mi pueblo”; y Él lo ha cumplido amando hasta el extremo. Tú y yo por el bautismo, somos en verdad también profetas y debemos anunciar en medio de la enfermedad de nuestro pueblo la presencia de este ‘médico’ verdadero que puede sanar y reconstruir, resucitar y salvar lo que estaba perdido. Pero si no es anunciado, no será conocido y quien esté enfermo correrá el riesgo de no acudir a Él y morir. Jesús mismo lo ha dicho: “quien llegue a creer en mí no morirá para siempre”, tendrá la vida en abundancia.
El Santo Padre, el papa Francisco visita Latinoamérica dando esta buena noticia. Lo hace dándonos testimonio de la confianza en la Providencia: sin alforja, ni dinero suelto en la faja. Así tú yo podemos hacerlo con nuestros hermanos: “no tengo oro ni plata, pero lo único que tengo te lo doy: en el nombre del Señor Jesucristo ¡Levántate de tu ‘enfermedad’ y camina!
Miembro del Equipo de Formadores en el
Seminario Mayor de Manizales
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