Pbro. Rubén Darío García


Hechos 4, 32-35; Salmo 117; 1 Juan 5,1-6; Juan 20, 19-31
Hemos comenzado un tiempo maravilloso, porque el Amor de Dios se nos ha manifestado. ¿Cómo es este amor? Este amor consiste en ¡Amar al enemigo! Jesús en la Cruz revela el Amor de Dios: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”. Es una oración de súplica por quienes lo están crucificando. Tú te preguntas cómo puede ser posible que alguien ore por quien le está matando. Lo mismo que resulta incomprensible el que una madre llegue a hacer el bien al asesino de su hijo. ¿Realmente, esto puede acontecer?
La Palabra de Dios nos está anunciando que amar así sí es posible. ¿Cómo? Naciendo de Dios. Porque “todo lo que ha nacido de Dios, vence al mundo”. Y ¿quién nace de Dios? La Palabra misma te da la respuesta: “Nace de Dios quien cree que Jesús es el Cristo” (1 Juan 5,1). Se trata entonces de “llegar a creer”. Y qué me gano yo con llegar a creer? Pues que, si crees, eres capaz de vencer al mundo. ¿Y qué significa el mundo? El mundo sería todo lo que es contrario a tu ser y te destruye. El mal, te destruye, la muerte te aniquila. ¿Y qué sería la muerte? La muerte es ‘no poder amar’. No poder amar ¿a quién? No poder amar…al enemigo.
Me podrías decir aquí: yo no quiero amar a mi enemigo. Mejor sería alejarme de él, ser indiferente. Entonces yo te haría otra pregunta: ¿sabes quién es tu enemigo? A lo mejor me responderías: uno que algún día me amenazó de muerte porque le puse una demanda por perjuicio vecindario. Bien, sí, éste sería tu enemigo; y la solución sería alejarte de él para siempre ¿verdad? Bueno, pero si yo te dijera que tu enemigo es tu hijo: ¿te alejarías de él?, ¿lo rechazarías? O ¿alguien muy cercano a tí?
Enemigo es quien te destruye, te desacomoda. Tu hijo te ha destruido cuando no siguió la orientación que le diste; cuando, no sacó las notas que esperabas; cuando no consiguió la novia que tú deseabas; cuando cayó en la droga; cuando no encajó en el molde que tú habías concebido: ‘en el marco de lo que debería ser, a tu juicio, un buen hijo’. Mejor dicho, es tu enemigo porque no te da la talla que tu quieres. Y así, aplícalo a todos los demás: a tu esposa o a tu esposo, a tu hija, a tu jefe, a tu hermano, a tu papá, a tu mamá, a tu suegra…
¿Quién te saca la piedra? te escucho decir a veces: sólo tu tienes el poder de sacarme la fiera que tengo dentro. Esto es como decir: ‘sólo tu logras destruir mi paz, dañarme el día, sacarme el mal genio’. Podrías traducirlo por: “sólo tú me haces morir”, ¡me matas! Amar ahí es muy difícil, es más, ¡sería imposible!
Pues bien, Jesucristo en la cruz, ha roto las cadenas de la muerte. “ha vencido esta muerte”. Y quien llega a creer en Cristo Jesús porque ha nacido de Dios, podrá vencer también esta muerte, es decir, podrá amar donde ‘normalmente’ se quisiera huir. Amor necesitas para entrar en la muerte, esto es, amar a tu hijo precisamente cuando te destruye. No rechazas, no ignoras, enfrentas. Le amas, así como es, sin que le exijas cambiar. Tu amor, seguramente le cambia, pero no es la condición previa para amarle. Así con todos los seres que te rodean. Amar así, no es sólo difícil, es imposible, si dentro de ti no se hubiera dado la Pascua, es decir, el paso de la muerte a la vida. Ya Jesús lo hizo: ¡ha resucitado! Ahora por Él en ti, tú puedes dejarte ‘resucitar’.
Miembro del Equipo de Formadores en el
Seminario Mayor de Manizales
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