Pbro. Rubén Darío García


Éxodo 16, 2-4.12-15; Salmo 77; Efesios 4,17.20-24; Juan 6,24-35
Rubén Darío García, Pbro.
LA PATRIA | MANIZALES
Le pregunté alguna vez a un interno que salía de la cárcel: ¿acaso querrías volver aquí? Me respondió: ¡jamás volveré, mi vida sigue otro rumbo! Créeme que hice oración para que esto se cumpliera, porque he escuchado a muchos decir lo mismo y al poco tiempo regresan a la prisión.
He pensado en quien ha hecho procesos para salir del flagelo de la droga, del licor, de la lujuria, de la infidelidad y… luego de caminar en recuperación durante un largo tiempo… vuelve a caer y, cuando esto ocurre, se le ve descender más bajo que aquel estado en el que se encontraba.
Así ha sucedido con el pueblo de Israel. Dios le ha sacado de la esclavitud de Egipto y, ya libre, caminando por el desierto, al sentir hambre, ha comenzado una murmuración contra Dios y protesta diciendo: “¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos alrededor de la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos!”. Es lo mismo que sucede cuando entramos en un proceso de conversión en la vida, dejando aquellas situaciones que antes causaban la división en el hogar, la pérdida de la vida, la tranquilidad.
Cuando aparece una dificultad, comienza una murmuración y protesta contra Dios y terminamos regresando a la condición anterior, cayendo muchas veces en algo más profundo que antes. La Sagrada Escritura lo dice así en la Segunda carta de Pedro 2,22: “El perro vuelve a su vómito”.
El Señor te ha dado un trigo celeste, para que tengas la vida. Jesús es el Pan bajado del Cielo. Quien llega a creer en Él, obtiene la vida, es decir, logra salir de todas aquellas situaciones que han causado la infelicidad. Hay una pregunta en el texto del Evangelio que escuchamos hoy, la cual te ayuda a la comprensión de este mensaje: “¿Cómo podremos ocuparnos en los trabajos que Dios quiere?” Y Jesús responde: “Este es el trabajo que Dios quiere: que crean en el que Él ha enviado”.
Como ejercicio para esta semana, te pido preguntarte: ¿De dónde me ha sacado el Señor? ¿Cuál era mi condición antes de conocerle? Y en algún momento de oración te invito a dar gracias por la obra que Él ha hecho en ti y pedirle la perseverancia para no retornar a la realidad de esclavitud experimentada antes.
Miembro del Equipo de Formadores en el
Seminario Mayor de Manizales
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