Guillermo O. Sierra


Al relleno sanitario La Esmeralda se llevan todos los días 400 toneladas de basura. Cuando escuché esto –que no es la primera vez– pienso que Karl Marx tenía razón cuando decía que todo finalmente se convierte en mercancía. El problema está en que todo finalmente se convierte en basura. Vivimos en una economía del consumo en la que se presenta una inmensa e inimaginable acumulación de basuras. Yo creo que los expertos tienen razón cuando explican que ninguna otra sociedad anterior a la nuestra produce basuras en tanta cantidad y velocidad como en la que vivimos. El punto es que la producimos y ni siquiera nos damos cuenta de que puede convertirse en una amenaza para la supervivencia de la humanidad.
Somos una sociedad que se precia de ser moderna y, sin embargo, nos caracterizamos por la producción masiva de residuos sólidos y ya no sabemos qué hacer con ellos. Y ni siquiera caemos en la cuenta de que son fuente de riqueza. Creo que fue el filósofo alemán Nietzsche quien aseguraba que los desechos, los desperdicios no deberíamos condenarlos, puesto que son una consecuencia de la vida misma. Pero nosotros lo que hacemos es crear vertederos, escombreras para depositar las basuras y no dejar que nos ahoguen.
Por el contrario, desde mi prejuicio, creo que no debemos luchar contra la basura, sino unirnos a ella. ¡Qué tal,–como lo decía el español José Luis Pardo– que la basura no fuera basura. Ahí sí no tendríamos que preocuparnos por nos ahogara. Si todo, al final, se convierte en mercancía y ésta en basura, quizás convenga que aprendamos a mirar la basura de otra manera, como lo propone Pardo: ropa-basura, restaurantes-basura, casas-basura, medicamentos-basura, educación-basura, carros-basura, ciudadanos-basura, edificios-basura, empleo-basura… Esta propuesta me parece habría qué pensarla con seriedad y juicio.
En Manizales, además de las muchas organizaciones que se preocupan por el entorno (para no caer en el juego de llamarlo medio ambiente), y que se mueven con todas las ganas haciendo actividades para cuidar este planeta, conviene pensar también en el Centro de Pensamiento Ambiental, Cepa, que recientemente montó la Empresa Metropolitana de Aseo, Emas. Una invitación para que juntos (ojalá no siguiéramos desperdiciando voluntades solas y talentos aislados) pensemos y discutamos temas ambientales que afectan a todos los ciudadanos, sin excepción. Es una forma de hacernos ciudadanos, estoy convencido de ello. Si los ciudadanos no cuidamos nuestra casa, ¿en dónde van a vivir nuestros hijos, y los hijos de estos?
La basura nos alcanzó, unámonos a ella. Me parece que para lograrlo debemos verla de manera distinta. Cuando sucedió el deslizamiento en el relleno sanitario el pasado 25 de marzo, le escuché a alguien decir después de haber visto una fotografía en los periódicos: "Vea toda esa basura, quizás eso es lo que somos." Esta forma escueta de decir de cierta manera una realidad, nos obliga a pensarnos, es decir, pensar en la basura es auto referirnos en la clase de sociedad que somos y en la que queremos construir. Creo que muchos nos dimos cuenta de la importancia de la basura ese día del deslizamiento, el hedor nos hizo girar la cabeza y decir: la basura es importante, porque nosotros somos importantes. Hasta ese día lo que hacíamos era recoger los residuos sólidos en bolsas plásticas, sacarla a las calles y dejar que el municipio se encargue, ese es problema suyo.
Creo que era una actitud equivocada. Así no se construye una ciudad. El problema es de cada uno. Lo que se converse en El Cepa seguramente nos va ayudar a pensarnos. Es una simple actitud de cuidarnos y de vivir en una ciudad limpia.
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