Guillermo O. Sierra


Rodrigo Escobar Navia (fallecido en el 2002), quien fue jefe de las carteras de Gobierno y de Educación durante la Presidencia de Belisario Betancur, además de haber sido alcalde de Cali y rector de la Universidad de los Andes, y un gran impulsor de la ley de descentralización fiscal y de las zonas francas, dijo alguna vez que "en Colombia tenemos más territorio que nación y más nación que gobierno".
Esto lo traigo a colación porque sigo pensando en la importancia de las regiones y en que la Constitución Política de Colombia del 91, que establece una autonomía administrativa para las entidades regionales y que éstas, en consecuencia, pueden elegir sus alcaldes y gobernadores, tendió la simiente para los procesos de regionalización en Colombia. Sin embargo, muchos de nuestros congresistas siguen sin reconocer que este país ordenado jurídicamente como una República presidencial tiene muchas realidades por comprender e interpretar. Somos un país de muchos pueblos; hay por doquier culturas, religiones, lenguas, etnias…; no obstante permanece (no sé a razón de qué) como un sistema unitario que margina cualquier intento de unidad territorial autonómica.
El asunto. Me parece que debemos conversar colectivamente (valga la redundancia) sobre la relevancia de crear verdaderas unidades locales, más que nacionales. Por eso coincido con algunos expertos en que los departamentos actuales (32, más 1.098 municipios, cuatro distritos, y por lo menos 300 territorios indígenas), no responden a las expectativas y sueños de millares de ciudadanos que piensan en la importancia de poder disponer de un territorio en donde puedan desplegar sus propias decisiones.
Al exalcalde de Bogotá, Jaime Castro le escuché, alguna vez, definir las regiones, diciendo que "son realidades geográficas, sociales, históricas, culturales y económicas, a veces étnicas, que tienen derecho a un espacio en la organización político-institucional del país".
En este sentido, pienso, por ejemplo, en la importancia que tendría para los ciudadanos del Eje Cafetero, reconocer todos los esfuerzos que están haciendo -desde el 2010- los gobernadores de los departamentos de Cauca, Nariño, Valle y Chocó. Comparten una visión de futuro desde la institucionalidad en aras de transformar la realidad del Pacífico Colombiano. Incluso, lo dicen los ciudadanos mismos: esta región es "un santuario de la vida"; es quizás el territorio más biodiverso del Planeta: allí confluyen milenarios saberes ancestrales rigurosamente cuidado por culturas indígenas y población afro. Es un inmenso hontanar de agua, madera, oro, platino; y lo mejor, es un largo andén de por lo menos 131 mil kms. cuadrados cobijados por la cordillera Occidental, y cerca de 1.300 kms de costa sobre el mar Pacífico. Sí creo que el ejemplo, ya lo dije, de la conjunción de voluntades de sus mandatarios, nos debe poner a pensar a los ciudadanos del Eje Cafetero. Aquí también contamos con mucha biodiversidad.
Por hoy, dejo como abrebocas para mi próxima columna la urgente necesidad, a propósito de lo que expresé hoy, de abordar el tema de las regiones Pacífico en el marco de la Alianza Pacífico. La idea, en un mediano plazo, es materializar que Colombia se convierta en un inmenso Pazífico.
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