Guillermo O. Sierra


Se acerca el tiempo de las elecciones. Los colombianos acudiremos el domingo 25 de octubre a elegir gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y miembros de juntas administradoras locales. Y por estos días (bueno, desde hace varios meses) los militantes de partidos y movimientos políticos comienzan a consolidar sus propuestas con los programas que les presentarán a los ciudadanos. Antes de presentarlas en público, muchos han dedicado ingentes esfuerzos a crear estrategias de alianzas y pactos -inevitables, por demás- que les permitan decir que se "comprometen" a "defender" el derecho a la igualdad de hombres y mujeres, a "defender" los derechos de los niños, las niñas, las mujeres y las personas de la tercera edad; a "defender" los derechos sociales y la libertad en todo sentido; a ser más "transparentes", a "reducir" la corrupción a cero… En fin, el mismo discurso de siempre, incluso hasta con las mismas consignas creadas, en ocasiones, por expertos en publicidad y marketing político. Y los políticos hasta terminan por creérselas.
Y claro, llega el tiempo de salir a las calles a mostrarles a los ciudadanos cuáles son sus intereses (los de ellos, claro) y a conseguir votos por doquier. El poder es un imán; y a la mayoría le encanta. Ésta siente que no es ella si no vuelve a la escena política a ocupar su curul. Quienes lo han ocupado durante mucho tiempo, están convencidos de que no pueden ya vivir en otro escenario. La vida no es nada si ellos no sienten que rigen el destino de los demás, así lo hagan mal. No les importa.
Quiero proponer que los ciudadanos podamos conocer con muchísimo tiempo los programas de gobierno con los que se quieren "comprometer" los futuros mandatarios. Si fuéramos más organizados y disciplinados bien podríamos exigir a quienes quieren gobernar que necesitamos sus propuestas -no dos semanas antes de las elecciones- para analizarlas en mesas públicas de trabajo en las que develemos realmente qué hay detrás de las mismas. Quizás encontremos, entre líneas, que en algunos de esos programas de gobierno se esconde un afán de unanimismo al rededor de que el Estado es insostenible y que hay una loca carrera por competir para ver quién es más eficiente en adelgazar y suprimir los sistemas de solidaridad que afecta a la mayoría de los ciudadanos; una carrera desordenada por salvaguardar al "Gran Hermano" financiero y de mercado. Y quizás nos demos cuenta de que en el fondo, hay toda una estrategia por desarmar moralmente a los ciudadanos, por decirles que la esperanza sí es lo último que se pierde, que se resignen, que no hay cama pa´tanta gente.
Pero también -quién quita, casos se han visto- que encontremos en algunos que la educación es primordial en su programa de gobierno. No puedo olvidar el mandato por la educación, ese mismo por el que votaron 99 mil 205 personas en el 2011, algo así como tres veces más de los votos con los que se eligió al actual alcalde de Manizales (39 mil 966). Y en estas mesas de análisis que propongo, no me gustaría encontrar que para muchos la educación hay que adecuarla a los principios y prácticas del mercado, a través de las cuales se diga que a la educación como formación para consolidar una ciudadanía democrática se la considera un despilfarro del gasto público y que debe estar al servicio de las necesidades de las empresas. Me retumba en los oídos que algunos, en reuniones a las que he asistido, dicen sin desparpajo, por ejemplo, que las universidades no trabajamos con las empresas. Inaudito. No puedo dejar de asombrarme cuando los escucho.
Insisto en que me gustaría conocer con anticipación (y no simplemente que me lo cuenten en foros en donde no hay posibilidades reales de hacer un análisis juicioso y serio) las propuestas planteadas en los programas de gobierno. Y como profesor, quisiera ver en ellos que, en efecto, otra educación es posible, una que sea garante del derecho universal que tienen todos los ciudadanos en condiciones de equidad y consolidación de la democracia, y que sirva para incrementar una mayor cohesión social a partir de la solidaridad sustentada en un pensamiento crítico; configurando esta gran ciudad que habitamos como un gran campus universitario. Tenemos con qué y con quién. Ud., amable lector, ¿cuál mesa quisiera proponer?
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