Guillermo O. Sierra


En la Universidad de Manizales hemos venido sosteniendo un principio que denominamos razonabilidad. Hemos repetido, de manera incansable, que las actuaciones de los seres humanos, de los ciudadanos, todas, deben ser razonables; las discusiones o polémicas, deben ser razonables; la resolución de los conflictos (no su eliminación) debe ser razonable; los gobernantes deben asumir posturas razonables; la misma sociedad de consumo debe ser razonable.
¿Qué es lo razonable? Este concepto se aplica a quien piensa y obra de tal forma que sus actuaciones muestran un juicio honesto, incluyente, solidario, justo, responsable…, en todos los asuntos de las actividades humanas. La razonabilidad es una virtud básica para que los ciudadanos que, de hecho, pertenecemos a sociedades plurales, seamos capaces de aprender a convivir en un contexto en el que la convivencia pacífica es posible.
Ser razonables es una manera de aprender a escuchar a los demás, albergando la idea de que es posible y probable llegar a acuerdos y entendimientos. Asumiendo una actitud razonable podemos establecer los linderos entre lo que es tolerable y lo que no lo es. De esta manera, actuando con sindéresis y esperanza, es factible consolidar una democracia sólida y sostenible. Se trata, desde mi perspectiva como rector pero, sobre todo, como ciudadano, de un principio sustantivo para la construcción de una sociedad más libre y justa.
Les escuché en sus actos de posesión al gobernador Guido Echeverri y al alcalde José Octavio Cardona hablar de oportunidades, de que habitamos un territorio de oportunidades. Yo veo en sus propuestas de gobierno una ideal alternativa al tradicional modelo de desarrollo. Yo también creo que importan, y mucho, las oportunidades que cada ciudadano tenga para que potencie su vida en áreas fundamentales como la salud, la educación, la libertad política, la participación en la cosa pública. Veo en sus propuestas un reconocimiento al hecho de que cada ser humano posee una dignidad inalienable que tiene que ser respetada. De lo contrario sería una torpeza moral ignorar que una sociedad requiere más que productividad y rentabilidad sustentadas exclusivamente en programas técnicos y científicos.
Las sociedades modernas y avanzadas diseñan estrategias y políticas, en todos los niveles, para facilitar el camino hacia el mejoramiento de la calidad de vida. Esto les da legitimidad a sus gobernantes en la medida en que les brinda a sus ciudadanos oportunidades para el goce de la libertad y la búsqueda de la felicidad, misión fundamental en la vida de todos los seres humanos.
No obstante la responsabilidad exclusiva no recae en los gobernantes. Cada uno de nosotros los ciudadanos debemos aprender a pensar con mucho juicio y entereza moral sobre los problemas políticos que nos afectan; es indispensable que nos autoexaminemos, que reflexionemos con los demás, que aprendamos a debatir y a entender que no siempre tenemos la razón; es importante pensar que el país es nuestro, que no solo lo local o la aldea en donde vivimos nos pertenece; somos parte de un orden más grande, más amplio. En este sentido, es necesario preocuparnos por la vida y la dignidad de los demás seres humanos todos.
Esto, como lo dije al comienzo de estas líneas, es una actitud razonable. Ésta nos permitirá abrir espacios de entendimientos, de acuerdos, de búsquedas de fronteras, de mediaciones, sobre todo en un país como el nuestro, en donde estamos ad portas de hacer que las Farc -y ojalá muy pronto el Eln- dejen las armas. Sin éstas de por medio quizás sea más fácil hacer que este país produzca y sea, sobre todo, más humano.
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