Guillermo O. Sierra


Por supuesto que es un asunto de enorme importancia para la consolidación y fortalecimiento de nuestra democracia, la búsqueda del equilibrio de los poderes del Estado. Éste es un horizonte que los ciudadanos no debemos perder de vista.
Por supuesto la discusión no está exclusivamente en el Congreso de la República, ni tampoco es propiedad privada de quienes ejercen profesionalmente la política. La academia misma, profesores y estudiantes deben participar de la misma. En las universidades, por ejemplo, no podemos olvidar que tenemos un mandato moral y político que emana de la sociedad, y que debemos cumplir, entre otras cosas porque nos permite localizarnos de forma permanente en relación con las transformaciones que se presentan en este mundo contemporáneo.
Y en este devenir de la historia a la que pertenecemos aparecen los poderes del Estado: legislativo, judicial y ejecutivo. Algo que el mismo Aristóteles lo vio como la división tripartita del poder público; el mismo Montesquieu decía que "había que dividir, para que el poder controle el poder".
Con una visión tradicional, uno podría pensar que la arquitectura constitucional en Colombia garantiza, al menos en el papel, un real equilibrio de poderes. Sin embargo -y como lo dijo tantas veces nuestro premio Nobel- la realidad supera la ficción. Lo que los ciudadanos de ‘a pie’ están viviendo y sufriendo es un resquebrajamiento de las instituciones, un desprestigio de éstas que afecta de manera negativa sus derechos fundamentales. Para la muestra el botón de que hay poderes, en este país, que están muy por encima de los otros, caso del ejecutivo sobre el legislativo (¿será de mejor familia?), sin mencionar el nefasto panorama que ofrece el poder judicial.
Los expertos dicen que desde 1789, y específicamente en el artículo 16 de la Declaración de los Derechos, en Francia se estableció que una sociedad sin una adecuada división de los poderes no tiene Constitución, lo que conlleva reconocer que debe haber una especie de corresponsabilidad entre la Constitución, los poderes del Estado y sus respectivos controles. Apenas obvio que si se habla de división de poderes se hace necesariamente una relación a los controles.
Creo que es apenas justo reconocer que la búsqueda del equilibrio de los poderes -y del respeto que deben guardar- no implica una separación entre ellos, porque si así sucediese se debilitaría el Estado (más de lo que está). Me parece que en el fondo este equilibrio propende por concertar, entre las distintas fuerzas políticas, que el Estado funcione adecuadamente, esto es, que sea garante de las libertades de los ciudadanos. Hablar de una búsqueda del equilibrio de la distribución de los poderes y de su respectiva jurisdicción, conlleva pensar que se hace alusión a los ámbitos políticos y jurídicos. Ambos, en estrecha y respetuosa relación.
Sigo convencido de que debemos estimular el respeto por la Ley y, por ende, comportarnos de manera justa e incluyente. Esta visión, que bien podría parecer elemental, es por el contrario de una sustantiva relevancia; y ello, porque parte del estímulo de una conciencia colectiva de que cada ciudadano debe mantener un respeto a la Constitución y a las instituciones; por supuesto, no estoy hablando del respeto per se, extiendo este concepto a la posibilidad de que los ciudadanos participen en la transformación de la res pública. En este caso entiendo transformación como la posibilidad de que miremos con sumo juicio que nuestra Norma de Normas acoge en su articulado la visión clásica de la división de los poderes, algo así como si esta sociedad nuestra -la colombiana y la latinoamericana- no hubiesen evolucionado, y de que es menester enfrentar el reto contemporáneo de una sociedad que de por sí es distinta.
Que el Ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, junto con el representante caldense Hernán Penagos, acompañados del presidente del Tribunal Administrativo de este departamento, Augusto Morales, estén hoy en Manizales conversando con los ciudadanos y mostrando la importancia de esta reforma, es señal clara de que todos debemos pensar en el equilibrio de poderes y en la recuperación de la institucionalidad. Habrá que escuchar a los caldenses a ver qué piensan.
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