Daniel Gómez Gaviria


Varios informes recientes sobre crecimiento del PIB han sugerido que el crecimiento de las importaciones en Colombia le restaba al PIB. La conclusión se deriva de un análisis incorrecto de las cuentas nacionales, y en particular, el enfoque del gasto usado para calcular el Producto Interno Bruto (PIB). Este enfoque calcula el PIB a partir de los gastos finales de los hogares, el gasto del gobierno, la inversión y las exportaciones netas calculadas como exportaciones menos importaciones.
El punto de partida de esta metodología de cálculo del PIB es el principio de que la mayoría de lo que se produce es consumido por alguien que lo paga en una transacción que queda contabilizada. Por lo tanto, a partir del gasto de todos los participantes en la economía se puede calcular la producción. La razón para restar las importaciones es que el consumo de bienes importados está contabilizado en los consumos de los hogares, del gobierno y en la inversión. Se restan las importaciones para no contabilizarlas equivocadamente como producción nacional.
Pero este ejercicio de contabilidad no implica que las importaciones se le resten al PIB. Se restan a la suma de todos los consumos para llegar a una medida correcta del PIB. De la misma manera, se suman las exportaciones, ya que estas son bienes y servicios producidos en Colombia pero que no son consumidos en Colombia.
La producción de bienes que son exportados no queda contabilizada en el consumo de los hogares colombianos, ni en el gasto del gobierno ni en el monto de la inversión, usados para calcular el PIB. Si no se sumaran, estaríamos dejando esta producción por fuera del cálculo del PIB.
El error de interpretación de una metodología contable de cálculo del PIB, adicionalmente, refuerza ideas equivocadas sobre comercio y crecimiento. Es incorrecto asumir que todo lo que se importa sería producido en Colombia en ausencia de comercio. Esto es particularmente cierto en el entorno global actual. El comercio internacional ya no es un comercio de bienes finales producidos a partir de materias primas y otros insumos nacionales. La mayor parte del comercio internacional es en bienes intermedios, incluidos insumos, bienes de capital, y partes de productos finales. De esta manera, hay pocos productos producidos en su totalidad en un solo país.
El ejemplo clásico es el lápiz: puede ser diseñado en Suiza, la madera viene de Chile, la mina usa insumos de países africanos, el borrador usa goma del sureste asiático, la pintura para cubrir la madera puede ser de España, el anillo de metal usa insumos de minas en Suramérica. Un producto de la sencillez aparente de un lápiz involucra muchos países, cientos de trabajadores y la logística completa del comercio internacional. Estas cadenas internacionales de producción son lo que llamamos cadenas globales de valor.
La implicación de política que se deriva de esta realidad, es que para exportar hay que importar. Si queremos exportar más, tenemos que insertarnos en cadenas globales de valor. Importar los mejores insumos, la mejor maquinaria, la mejor tecnología, para combinarla con el trabajo nacional y materias primas nacionales en la producción de bienes finales, es la manera más eficaz de diversificar la canasta exportadora colombiana y crecer por encima de 5% de manera sostenible. Hay que importar para exportar y para crecer.
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