Jorge Enrique Pava


Para mañana convocó el alcalde de Manizales, Octavio Cardona León, a la rendición de cuentas de sus cien primeros días de gobierno. Espero sinceramente que su actitud cambie; espero que sea una reunión para describir sus propósitos, planes y metas; espero, por el bien de su administración y el de Manizales entera, que se haya alejado de llantos y de posiciones escépticas y pueda plantear una visión de ciudad alentadora, dinámica y progresista. Espero, en fin, que esté mirando su administración hacia el futuro y se concentre en Manizales como una empresa en marcha con inmensos recursos y que, a pesar de las dificultades propias de toda empresa, tiene los elementos suficientes para generar confianza y credibilidad; porque existen demasiadas riquezas, fortalezas, virtudes y aspectos positivos como para concentrarse solo en las debilidades que se muestran en el espejo retrovisor.
Ya el gobernador Guido Echeverri dio una lección de ponderación y sindéresis. En su rendición de cuentas de la semana pasada, además de presentar sus planes a futuro y las etapas cumplidas, comprometió a la clase política del departamento para que asumieran como propios los grandes proyectos de Caldas, pues es la única forma de atraer recursos y de obligar al Gobierno Nacional a que deje de mirarnos con ojos revanchistas y pendencieros, para pasar a comprometerlo con aportes reales.
Politizó los grandes proyectos (algo que pedíamos a gritos desde hace algún tiempo) e integró a los parlamentarios caldenses a su plan de gobierno, consiguiendo la manifestación y el compromiso expresos de los congresistas de todos los partidos para impulsar el desarrollo de Caldas. No se oyeron lamentos ni inculpaciones por hechos pasados, pues sabe muy bien que de nada sirven. Por el contrario, mostró con optimismo la necesidad de reemprender proyectos como Aerocafé y la Zona Franca Andina para imprimirles un nuevo aire y acabar con esas posiciones derrotistas que prefieren enterrar sus propósitos cuando los ven difíciles, antes que luchar por ellos hasta lograrlos. El gobernador dio una lección de la que hay que aprender.
Y Octavio Cardona, a mi modo de ver, tiene los astros alineados: unos gremios alejados (¡por fin!) de costumbres extorsivas y dispuestos a colaborar en su administración sin aspiraciones de cogobernar; empresas como la Fundación Lúker, poniéndose a su disposición para seguir siendo soporte financiero en programas educativos y de desarrollo; el gobierno departamental abierto e inclusivo con ánimo de trabajar de la mano con el municipio; Manizales en un crecimiento notorio en los sectores de la construcción, comercial, industrial y de servicios como nunca se había visto; ciudadanos dispuestos a retornar a su ciudad para invertir en ella; el desarrollo vial en auge; las fortalezas educativas sobresaliendo en el entorno nacional; un municipio que, todo sea dicho, se ha ganado el reconocimiento público como el de mejor calidad de vida y sobresale como el de mejores estándares en aspectos definitivos para el progreso. Manizales, en fin, es una ciudad donde hay mucho por hacer y hoy, gracias al empuje y a la recuperación de su credibilidad, hay mucho para hacer. ¿Por qué llorar entonces?
He sostenido que al alcalde Cardona hay que rodearlo. Pero él tiene que asumir una posición menos soberbia; tiene que escuchar, abrir su mente, reconocerse falible y no siempre poseedor de la verdad revelada; tiene que mirar oportunidades donde verdaderamente las hay y no donde las creen ver sus inmediatos colaboradores. Y no estoy pidiendo que sea humilde, porque la humildad es una virtud intrínseca que hace mucho daño cuando es fingida; pido que se considere humano, terrenal, de este mundo y, por lo tanto, susceptible de equivocarse y por ende de aprender de los demás.
Porque si insiste en su ceguera y en gobernar como una isla, terminará aislado; si considera que todo lo que heredó es una ruina, terminará sirviendo solo para enterrar escombros; si pregona que solo le dejaron situaciones despreciables, desechables y catastróficas tendrá que refundar a Manizales y empezar de ceros, y creo que eso es un imposible. Espero, repito, que en la rendición de cuentas encontremos a un alcalde positivo, generador de optimismo y hacedor de progreso y desarrollo.
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