Jorge Enrique Pava


Hace una semana los habitantes de Conejo, en La Guajira, miraban con esperanza el sobrevuelo de un helicóptero que, con insignias de la Cruz Roja, cruzaba los cielos de ese departamento. Tal vez creían que, ¡por fin!, Juan Manuel Santos se condolía de esos niños que mueren por desnutrición y había acordado una misión humanitaria para salvar a los pequeños que hoy agonizan a causa de la desidia del propio Gobierno Nacional y la corrupción rampante.
Pero no. Se trataba de la presencia de Santos, a través de sus aliados farianos que se movilizaban en su transporte personal, para hacer un proselitismo político inhumano, ilegal y repudiable. Y en vez de una misión humanitaria para salvar a los agónicos, cinco cabecillas terroristas se apoderaban de un colegio de niños y entraban, acompañados de cientos de súbditos fuertemente armados, a un territorio de paz protegido por el Derecho Internacional Humanitario. ¡Qué tal!
Esta es la cuota inicial de lo que nos espera con la farsa de La Habana. Porque el Gobierno Nacional no puede decir que desconocía las intenciones de los terroristas, cuando el despliegue en días anteriores en esa localidad que se preparaba para un evento multitudinario, fue público, evidente y ostentoso. Y, además, porque el propio Gobierno había ordenado el despeje militar facilitando no solo la movilización de los terroristas, sino el dominio absoluto sobre la población y sus áreas de influencia.
Es decir, el Gobierno había dispuesto de toda una logística para recibir a sus anchas a esos cabecillas criminales, que tienen licencia para delinquir, asesinar, secuestrar, narcotraficar, extorsionar, reclutar niños y, adicionalmente, disponen de su complacencia, colaboración y genuflexión. Y algo más curioso, aunque no sorprendente: desde Venezuela se movilizaban caravanas de facinerosos dispuestos a aglomerarse como parte del espectáculo criminal. Precisamente desde Venezuela, que ha cerrado la frontera supuestamente para evitar el contrabando, pero se la abre a los narcotraficantes y terroristas para que invadan nuestro territorio.
Cinco cabecillas terroristas trasladados desde Cuba hasta Valledupar en avión privado, y desde allí hasta Conejo, en La Guajira, en helicóptero debidamente custodiado. ¿Y el Presidente no sabía? ¡Ja!
Repito: esta es solo la cuota inicial de lo que nos espera. Hemos insistido en que cualquier debate electoral que implique la participación de las Farc, será un debate desigual, disparejo e injusto. Porque las Farc cuentan con inmensa riqueza, armas para intimidar, complacencia y dádivas del Gobierno Nacional, y una falta de escrúpulos escalofriante. Mientras sus opositores; es decir, quienes no estamos de acuerdo con entregar la soberanía nacional al terrorismo, solo contamos con el poder del voto, con el altísimo riesgo de que este sea coartado mediante amenazas farianas o la manipulación del Gobierno que maneja la burocracia y es experto en mermelada. ¡Ah: y tampoco tiene escrúpulos!
Y que esos usuarios de internet que acostumbran a escudarse en el anonimato para insultar, amenazar y denostar, no salgan ahora con que estamos apoyando la guerra o que estamos al servicio del paramilitarismo. Porque una cosa es la paz sincera, acordada limpiamente y con unas reglas de juego definidas y respetadas, y otra, muy distinta, es la supuesta paz de Santos que no es más que la cesión del poder mediante el engaño, la felonía y la defraudación a todos los colombianos. Una cosa es la paz donde todos ganemos, y otra esa farsa donde los únicos ganadores serán el ego del Gobierno y el terrorismo disfrazado de grupo político.
Por todo esto, y muchas cosas más, el voto por el “NO” será de gran importancia en la próxima consulta o referendo o plebiscito (lo que impongan las Farc). Porque tenemos que demostrar que no estamos dispuestos a entregarnos tan fácilmente ni a cederle este hermoso país a las fuerzas oscuras sustentadas en la mafia, el terrorismo, el vandalismo, la perversidad y la complacencia de un gobierno que cada vez nos defrauda más. Porque es la oportunidad de derrotar al terrorismo mediante los mecanismos democráticos (como está pasando en los otros países suramericanos) y demostrarles que somos más los colombianos de bien y que tenemos la fuerza para imponernos sobre unos cuantos vándalos que tienen secuestrado al Gobierno Nacional y creen que, con él, nos tienen secuestrados a todos los colombianos.
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