Jorge Enrique Pava


A partir de los sorpresivos resultados de las votaciones del plebiscito, el país respira un aire diferente. Si bien es cierto que existe confusión, expectativa e incertidumbre, podemos afirmar que aquí hubo un ganador indiscutible: Colombia y su democracia.
Porque al salir fortalecida la democracia se fortalece el país; porque, por encima de las condiciones de favorabilidad con las que contaban los seguidores del Sí, el constituyente primario demostró que su voto vale, y que las mayorías tienen gran relevancia, fuerza y poder; porque se evidenció que hay un país entero ávido de paz y que los presuntos amigos de la guerra no existen en ninguna parte; y porque el golpe que se le dio a la clase política tradicional tiene que servir para que se auto cuestionen, reflexionen y se propongan un cambio.
Después de conocidas las cifras, todos los bandos entraron en una especie de jornada de reflexión que necesariamente tiene que conducir a algo positivo. Porque quedamos acorralados (en el mejor sentido de la palabra) en un mismo redil y obligados a jugar en el mismo bando y con las cartas claras. Ya no puede haber exclusiones, ni desconocimientos, ni desprecio por las ideas contrarias, pues en el fondo todos perseguimos lo mismo, solo que con métodos diferentes; entonces habrá que entrar a pulir lo concertado y a ceder con racionalidad hasta lograr el mejor acuerdo. ¿Qué de malo tiene?
Por eso no se entiende que mientras el Gobierno Nacional en un principio se manifestó a favor del diálogo y la pluralidad; los líderes del No manifestaron su interés en participar en la rectificación de los acuerdos; y las Farc manifestaron su voluntad de no volver a la guerra, algunos partidarios del Sí aticen la hoguera y se dediquen a insultar y a agredir a los contrarios, como si continuáramos en la campaña. No se entiende que aquellos que venían blandiendo las banderas de la paz, la concordia y la concertación, hoy se estén revolcando en su derrota y pretendan incendiar lo que deberían contribuir a apagar. ¿O será ésta otra estrategia del Gobierno para dividir aún más al país?
Y no se entiende tampoco que mientras las Farc dicen abiertamente que no quieren volver a las armas, ni continuar la lucha armada, el Gobierno Santos les dé un ultimátum que solo provocaría la explosión de un nuevo episodio sangriento. ¡Basta ya! El triunfo del No, no significa el triunfo de la guerra ni el rechazo a la paz; el triunfo del No, significa que hay medio país descontento con lo que se pretendía acordar y molesto con la manipulación, los métodos aberrantes para conseguir la aprobación y la prepotencia de un Gobierno que nunca llegó a contemplar la derrota. Quedó demostrado que fuimos llamados a unas votaciones amañadas en las cuales se utilizaron los mecanismos ilegales más absurdos y el pueblo se reveló e impuso su voluntad. En términos de juego, el Gobierno tenía en su poder un póker de ases y jugó todo a ello; pero el pueblo le salió con una flor imperial y lo dejó en bancarrota. Ahora es ese pueblo quien le tiende la mano para evitar que se siga hundiendo y entonces ya no puede haber imposiciones, condiciones absurdas ni soberbia. ¿No es éste el escenario ideal para recomponer el país? ¿O será que son tales los compromisos ocultos con las Farc, que ponen a dudar al Presidente en atender el mandato del pueblo?
Repito: el domingo ganó Colombia y hoy más que nunca se requiere de serenidad, calma, sosiego y cabeza fría para llegar a un gran acuerdo nacional donde quepamos todos y donde haya un verdadero despojo de intereses protagónicos, personales y politiqueros.
El país sigue pues a la expectativa de los nuevos acuerdos y de la reacción definitiva del Gobierno Nacional. Es una dura prueba la que tiene, y lo primero que deben hacer el presidente Santos y sus adláteres es bajar la cabeza, reconocer su derrota política y atender el llamado popular. Lo demás, vendrá por añadidura y será el pueblo quien lo ratifique finalmente.
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