Jorge Enrique Pava


Gran alboroto ha causado el proyecto del Plan de Desarrollo de Manizales, a raíz de la autorización al alcalde para celebrar contratos, convenios, alianzas público privadas, traslados presupuestales, empréstitos, modificaciones a la estructura de la administración municipal y la fusión de entidades o la creación de nuevas empresas. (Igual solicitud han elevado los alcaldes de Bogotá, Medellín, Pereira y otras ciudades del país, todos actuando dentro de la ley).
Para algunos concejales, darle facultades al alcalde para este tipo de transacciones representa un desalojo de funciones y el allanamiento de sus potestades constitucionales; y se duelen porque perderán la posibilidad de estudiar con antelación los proyectos relacionados con estos temas. ¿Acaso esos concejales son tan diligentes, eruditos y trabajadores como para confiar en que su estudio es garantía del éxito de los proyectos? ¿Han demostrado esos concejales las características académicas que sustenten la necesidad de su estudio previo en las grandes transformaciones de ciudad? ¡No! Por el contrario, nos hemos lamentado en muchas ocasiones por la forma como dejan acumular su trabajo para obligar a la Administración a citar a sesiones extras (con su lógico bono salarial), para aprobar los proyectos a “pupitrazo”, y cómo sesionan en forma casi clandestina entre el final de un día y el comienzo de otro para cobrar por ambos días trabajados.
Hemos visto también el tiempo derrochado en supuestas sesiones de control político a las cuales se cita a los funcionarios para que rindan informes, y son prácticamente ignorados en forma irrespetuosa para ellos y la ciudad. Querer someter entonces a la Administración municipal a que se trabaje al ritmo del Concejo es someter a Manizales a una parálisis desastrosa.
He sido crítico de la forma como el alcalde Octavio Cardona empezó su gobierno lamentándose por la falta de recursos. Hoy veo con agradable sorpresa que ha plasmado en el Plan de Desarrollo sus ganas de actuar, sus intenciones de innovar y sus deseos de emprender. Pero le sale una cortapisa peor, encarnada en algunos concejales que sospechosamente quieren poner a la Administración a depender de ellos en el tiempo, y eso no es justo con la ciudad. La Administración tiene que ser ágil, oportuna y pertinente porque solo así puede garantizar que sus actuaciones estén cumpliendo con los principios de eficiencia, transparencia, celeridad y economía contemplados en la ley.
Y a pesar de que el alcalde cuenta con las mayorías en el Concejo, ha estado presente en sus sesiones para aclarar, concertar y agilizar los trámites de este proyecto. Esto, a mi juicio, es un símbolo de respeto por una institución en la cual brilló con luz propia y una actitud que debería obligar a los concejales a actuar en consecuencia facilitándole a la administración, y por ende a la ciudad, despegar de una vez por todas y agilizar sus inversiones y las modificaciones que se adapten al nuevo estilo administrativo.
El Concejo no solo tiene la potestad sino la obligación de ejercer los controles, que no pueden entenderse como la coadministración, o la dependencia absoluta. Autorizar entonces al Alcalde para actuar con diligencia no le quita al Concejo su facultad de controlar.
Por otro lado, hemos visto a un Octavio Cardona tímido para ejercer sus funciones y tal vez excediéndose en los trámites de los procesos de contratación. Y esto también es malo. Si la ley contempla facultades para contratar ágilmente, no hay razón para limitarse. En la administración pública es tan grave pecar por omisión como por acción, y hemos visto que en el afán por volver transparentes sus actuaciones, está sometiendo a licitación o concurso algunos procesos que no requieren de ello; y el tiempo está corriendo en su contra. No se puede caer en el pecado de que, por generar exceso de transparencia se paralice la alcaldía.
Alcalde: dedíquese a trabajar ágilmente dentro de la ley y déjele las puertas abiertas a los controles legalmente establecidos. Y no le tema a las extorsiones de instituciones supuestamente cívicas que carecen de autoridad moral, aunque se excedan en el volumen mediático. Usted se debe al pueblo y es a él a quien le tendrá que responder con eficiencia, transparencia, progreso y desarrollo.
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