Jorge Enrique Pava


Ante la especie de eutanasia que se le está aplicando a la Industria Licorera de Caldas con la decisión apresurada, inminente, repentina e irresponsable de abrir inmediatamente las fronteras con Antioquia, la clase política caldense vuelve a quedar en deuda con el departamento y demuestra una vez más que en los momentos definitivos se arredra, se alía, se aminora o evade su responsabilidad.
Porque ante una decisión tan importante y delicada y que afecta enormemente la estabilidad de la ILC, el silencio ha reinado y, con excepción de la posición férrea del senador Jorge Enrique Robledo, los demás parlamentarios han asumido una actitud de indiferencia como si no les afectara que se nos pierda otra de nuestras fortalezas. ¡Qué tristeza! La Industria Licorera de Caldas pasará a engrosar la larga y fatídica lista de empresas que los caldenses han feriado y en muy poco tiempo solo hará parte del recuerdo y la nostalgia.
Pero no solo la clase política está demostrando su inoperancia, indiferencia, indolencia e inutilidad. Los gremios de Caldas han permanecido también silenciosos, abstraídos de la realidad e indolentes con esta situación. ¿Por qué esas entidades gremiales, encabezadas por dirigentes que se mantienen prestos para asediar las administraciones en vía de contratos personales, de puestos en entidades y juntas directivas y de injerir en las decisiones que los favorecen, permanecen hoy calladas cuando deberían estar más alborotadas que nunca? ¿Por qué el Comité Intergremial, la Corporación Cívica de Caldas, Fenalco, la Cámara de Comercio, Andi, Acopi, la asociación de universidades y demás agremiaciones que dicen luchar por los intereses de Caldas, han permanecido mudas mientras ven como se toman decisiones que darán al traste con el otrora banco del Departamento?
Y ante todo esto, ¿cuál es la posición oficial de la Junta Directiva de la Industria Licorera de Caldas? Que se sepa, no se ha manifestado al respecto y ha asumido más bien una actitud de resignación, silencio absurdo e irresponsable complicidad. ¡No señores! Si tienen argumentos para apoyar la decisión del Gobernador, pues que los esgriman públicamente y asuman la responsabilidad que les corresponde. Pero también, si tienen objeciones, que las planteen y enriquezcan el debate para que, desde ese máximo órgano asesor, se tomen las medidas para proteger la empresa y anteponerse a las fatales consecuencias que nos traerá la incursión acelerada de los productos antioqueños.
La Asamblea de Caldas abrió el debate en forma oficial, obligando a las directivas de la ILC a acudir a ese recinto para que diera las explicaciones sobre la mencionada apertura. Pero en aquella sesión, ocultando los hechos cumplidos, solo quedó la evidencia de que se estaban tomando decisiones improvisadas, apresuradas, extrañamente veloces y alejadas de cualquier análisis técnico, económico y jurídico. Quedó la certeza de que existen intereses distintos a los de blindar la Industria y que, ¡otra vez!, en Caldas desestimamos nuestras riquezas y declinamos los intereses propios en favor de terceros, así signifique la pérdida irrecuperable de nuestros valores.
Redundar sobre las previsibles consecuencias que traerá la medida adoptada, es ladrarle a la luna. Porque los oídos son sordos, los argumentos son rechazados y las súplicas son ignoradas cuando existen intereses poco claros y se toman decisiones sin fundamentos técnicos que las soporten.
Gobernador: si todo está consumado; si el convenio está firmado; si la decisión es irreversible, considere entonces la posibilidad de dilatar el inicio de su ejecución durante un tiempo prudente, que le permita a Caldas prepararse para enfrentar la competencia que se nos viene, sin arriesgar la empresa del todo de una manera tan abrupta. El tamaño de las consecuencias de una decisión de esta naturaleza requiere mesura, prudencia, sindéresis, responsabilidad y planeación con tiempo. Y Usted, más que nadie, sabe que ni Rentas Departamentales, ni la Secretaría de Hacienda, ni el mercado caldense, ni la propia Industria Licorera de Caldas, están preparados para enfrentar una competencia como la antioqueña de manera repentina. En sus manos está el otorgar ese tiempo y proveer las defensas que requerimos para la conservación de la ILC en el mercado colombiano. ¿Podremos revivir la ILC después de aplicada la eutanasia?
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