Jorge Enrique Pava


Después de tanta alharaca, de tanto enfrentamiento público, de tanto derroche de dinero y de tantos odios enconados por la defensa y ataque a los acuerdos de La Habana, hoy el país respira un aire de resignación, de indolencia y casi de indiferencia. Estamos adormilados ante la impotencia.
Que los del No se reúnan con el Gobierno Nacional y sus bancadas aliadas ya no es noticia; como tampoco lo es que haya manifestaciones públicas como el campamento en la Plaza de Bolívar de Bogotá, pues se han ido muriendo por consunción y el dinero que invirtieron para crearlas y sostenerlas es otra platica que se perdió. Parece que la capacidad de asombro de los colombianos se agotó y hoy posamos indiferentes ante cualquier decisión que se tome.
Sabemos que los acuerdos que se firmaron nuevamente en La Habana van a tener reparos y van a ser cuestionados; pero también sabemos que el conejo que el Gobierno va a hacer a los del No, con el maquillaje aplicado a los acuerdos iniciales, es un sapo de grandes magnitudes que acabaremos tragándonos porque lo van a revestir de constitucionalidad y legalidad, así contraríe la voluntad mayoritaria del pueblo. Esos acuerdos son más un decreto que una negociación participativa y las mayorías del Congreso, enmermeladas hasta más no poder, terminarán ratificando lo decidido por las Farc y avalado por el Gobierno.
¿Y qué pasará entonces? ¡Nada! Como siempre, terminaremos sometidos a la voluntad de los grandes poderes que hoy reposan en las Farc y su alianza con el Gobierno Nacional; en los partidos de gobierno que tienen amplio y desbordado acceso al presupuesto y a la burocracia; y en la repartición descarada de pauta innecesaria para silenciar la prensa y someterla a su voluntad. Es decir, terminaremos como estábamos, solo que incluyendo a un sector de la sociedad que manejaba el poder a través de la barbarie y entrará a ser parte de la descomposición política que nos carcome.
Porque, ¿qué diferencia hay entre los líderes terroristas y muchos líderes políticos colombianos? ¡Las armas y sus métodos criminales! Pero en el fondo ambos son igualmente destructivos: los unos con dinamita, minas antipersonas y masacres indiscriminadas; los otros minan el presupuesto, acaban con las instituciones y desangran el país. Los unos dominan sin reatos, y la muerte es parte de su diario vivir; los otros se roban los dineros de la salud y causan miles de muertes de colombianos inocentes que ya han pagado un servicio que no les prestan. Los unos se enriquecen a diario con el narcotráfico; los otros se lucran de esos dineros en la financiación de sus campañas y en el mantenimiento de su tren de vida. Los unos destruyen la infraestructura del país; los otros se enriquecen con la contratación de obras que no ejecutan o cuyos costos superan con creces los valores reales. Sí. La diferencia entre unos y otros es poca.
Por eso tal vez el país está resignado a lo que venga. Porque si es verdad que las Farc están dispuestas a acabar con la muerte y con la utilización de las armas letales, en el fondo lo que significa para Colombia es un engrandecimiento de los actores políticos que entrarán a repartirse el mismo presupuesto, las mismas prebendas, las mismas instituciones pero entre un mayor número de participantes. ¿Y al ciudadano del común qué le toca? Mayores impuestos, mayor coerción, mayor sometimiento y la pérdida sistemática de libertades. Es decir, quienes participamos en la última farsa democrática (tantos los del Sí, como los del No) seguiremos siendo víctimas de un sistema corrompido que decidió albergar al terrorismo dentro de sus filas para conseguir tranquilidad en su accionar perverso.
Por eso, a estas alturas, que pase lo que tenga que pasar. Estamos impotentes ante un poder dominante que no tiene reatos, ni escrúpulos, ni decencia. Estamos ante un poder que poco le importan las leyes, la Constitución, la voluntad popular y las mayorías democráticas; estamos ante el reino de la desvergüenza acompañada de un gran número de actores políticos (de TODOS los partidos) a quienes solo les importa su lucro y beneficio personal. Es decir, ¡estamos jodidos!
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015